Por: Mauricio Muñoz Morales.
Hace unas semanas, se hizo de conocimiento público que, en uno de sus recientes operativos, la DIRCOTE decidió capturar a todos aquellos que contengan elementos «comunistas» en sus haberes. Desde banderas rojas, hasta libros de teoría política escritos por el viejo Carlos Marx. Carlos Marx, nombre curioso y moderno, digno de aquel pensador que entendió grandes dinámicas del sistema social y económico. Pregunto aquí: ¿Es correcto que veamos como legítima a una policía que prohíbe la lectura?
Como si recreáramos una distopía ochentera, brazos armados del Estado despojan a las personas de sus libros, sus lecturas y guías. Los intelectuales pagan ante esta política de represión y el mensaje es claro: «vamos a penalizar tu lectura a como de lugar». Es por ello que toca posicionarse firmemente contra estas iniciativas. Nosotros, los que leemos a Marx como también leemos a Durkheim y Weber, sabemos que las líneas escritas por este hombre son necesarias para entender -y, sobre todo, transformar, ¿por que no?- el mundo, mas no para empezar algún ataque terrorista como se podría presumir desde la ignorancia.
Quizás, para aquellos detractores del viejo barbón alemán, aquellos que se muestran favorables a la requisición de libros sin siquiera haber leído un poco del contenido de estos; leer a Marx sea desfasado y anacrónico, un ejercicio inútil que trae «atraso» y «pobreza»; pero para los que sabemos a que nos enfrentamos, queda claro que las cosas no son así. Que leer a Marx y comprender la teoría del valor trabajo, la lucha de clases, la infraestructura y superestructura social y demás aportes a la teoría política, es un deber en la formación intelectual de los hombres y mujeres. Más aun, en un país con una modernidad tan heterogénea como la nuestra.
Si quemar lecturas estaba mal, requisarlas no esta tan lejos de lo ruin. Que este incidente nos recuerde siempre que la prohibición del intelecto compartido y público es y siempre será una actividad ajena al desarrollo. Recordemos siempre que la belleza del descubrir no puede ser prohibida para nadie, en la condición que sea.
Es cuestión de situarse bien.
A modo de ejemplo, los virus de por sí no son malos para la salud, hay muchos realmente beneficiosos y otros que se convierten en perjudiciales cuando rebasan su equilibrio. El conocimiento y las ideas son cosas muy buenas pero en algunas personas estas mutan y como algunos virus se convierten en malignas. Declarada una emergencia así como en las pandemias algunas cosas buenas, muy buenas, tienen que suspenderse.
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