Por: Mauricio Muñoz Morales.
La crisis política en el Perú es un cuento de nunca acabar. Las instituciones, corroídas en corrupción y disfrazas de supuesta legitimidad, solo parecen alimentar la inseguridad de los ciudadanos y compatriotas que comienzan a verlas como figuras abstractas sin verdadera fuerza de cambio. Las protestas apuntan a distintos lados: desde la Asamblea Constituyente como posibilidad de refundación hasta las elecciones anticipadas, como borrón y cuenta nueva. Todo este crisol de soluciones populares se encuentra en contra a un aparato estatal terco y aferrado al poder. Y es que el Congreso de la República parece no entender que es cuestión de tiempo para que sus deseos de permanencia se choquen contra la realidad de un pueblo enardecido que pide soluciones rápidas y efectivas.
Es en esa extensa oferta de soluciones que las elecciones generales corren como la propuesta general de buena parte del país. Al margen de las posibles críticas a este llamado, es un ejercicio interesante de anticipación política el ir viendo los posibles escenarios que podrían aparecer en los próximos meses con la postulación de más de una figura a la Presidencia del Perú. Veamos que personajes se ofrecen a lo largo del espectro político como potenciales contendores por el puesto de gobernante nacional.
La derecha peruana, golpeada por si misma en estos años y cargando con la imagen -bien ganada- de una facción poco estratégica y fácil de enardecer, tiene algunos cuadros que ve con esperanza como potenciales presidentes. Hernando de Soto, perfil preferido por los amantes de la tecnocracia, no ha levantado mucho revuelo en los últimos meses y se mantuvo al margen en este tiempo de turbulencias, podría alzar algunos puntos tal como indican ciertas encuestas, pero como ya hemos visto en las elecciones anteriores, su principal enemigo termina siendo el mismo y su desopilante ego. El reciente burgomaestre limeño; López Aliaga, por su parte, si que ha tomado un papel activo en este tiempo de crisis y ha sido criticado por sus disposiciones de contención en Lima ante las protestas ocurridas en la capital, no obstante, la derecha peruana más conservadora lo ve como el cuadro más firme al que apoyar en una eventual candidatura; finalmente, Keiko Fujimori nunca deja de ser parte del radar político dentro de la posibilidad de postular, la fuerza inminente que lleva consigo la portátil del fujimorismo parece serle siempre suficiente para asegurar un buen puñado de votos, empero, sigue existiendo una fuerza aun más fuerte que la vuelve ajena a cualquier posibilidad de quedarse con el poder: el antifujimorismo.
El lado opuesta, la siniestra política, no parece pasar las mejores épocas. La izquierda peruana carga el gran pasivo que ha significado el paupérrimo gobierno de Castillo, desde las promesas incumplidas hasta los cuestionados cuadros colocados en señal de apoyo, todo parece haberse alineado para que, luego de acceder por primera vez al poder en una elección democrática, la izquierda pase por un fuerte golpe que la deje afuera en los próximos comicios. Verónika Mendoza, quien antes era retratada como la opción que seguía la tendencia regional por la izquierda progresista, ha pasado al olvido tras sus malos movimientos políticos y cuenta con un pobre apoyo. Por su parte, tras el inminente fracaso del proyecto político de Perú Libre y su posterior atomización, se desconoce si el partido se reagrupará para buscar de nuevo la confianza del pueblo peruano, una tarea que cada vez se hace más soñadora y ajena a las posibilidades.
Sobre la posible elección de congresistas, existe pocos indicios como para formar una opinión contundente al respecto. Se dice que, en un acto de irrespeto a la voluntad popular, muchos congresistas pujaran por la ya descartada en su tiempo reelección de congresistas. Si ese fuese el caso, no dudemos en que veríamos caras ya conocidas como las de Alejandro Cavero, Adriana Tudela, Rosangela Barbaran, etc. Sea cual fuere el caso, perder la atención entre los posibles congresistas es un error que no podemos permitirnos nuevamente.
El balance es desalentador a primeros vistazos: el Perú parece mostrarse al resto de la comunidad internacional como un Estado Uróburus, participe de un ciclo sin fin que ahoga posibilidades de cambio estructural y apuesta por el manotazo de la continuidad a costa del sufrimiento de sus ciudadanos. ¿Podrá ser suficiente el cambio de mando para salvar el país? Solo el tiempo y las acciones adecuadas podrían determinarlo.