Apagón en Matute. Cortina de Brea

Por Jorge Alfonso Chunga Ramírez

El apagón de Matute es, para algunos de nosotros, desarmante. Cada vez que en nuestro país ocurría una estupidez, vamos a llamarla, de proporciones, solíamos retrucar asegurando que se trataba de una cortina de humo. El apagón de anoche nos deja finalmente sin argumentos. No son cortinas de humo. En verdad somos unos imbéciles.

Con la misma estulticia con la que un infeliz acude a un almuerzo laboral portando una pistola, los administradores de un estadio le confían la llave del tablero a un oligofrénico. Eso en medio de la más grave crisis de seguridad que padecemos los peruanos en lo que va del siglo.

Si en circunstancias límite somos capaces de cometer animaladas como las de anoche, no tenemos ya razón para poner en duda que los peruanos en verdad fuimos capaces de elegir a un limítrofe para organizar nuestro futuro. Ya no evidente sino obviamente, somos capaces de elegir a Castillo, elegir a cerrones, elegir a acuñas y fernández en Trujillo, consentir a los espurios de la Junta Nacional de Justicia, pagar todos los días el peaje a la cutrera villarán, y mil miserias más de la especie.

Nunca fue una montesinista cortina de humo la Virgen que llora. El proceder, que no la conducta, de los peruanos, puede hacer llorar a una piedra. No es que haya gente que crea su derecho pasarse la luz roja. Es que esa gente es mayoría. Como son mayoría los profesores que se niegan a capacitarse argumentando que a esa hora tienen que

hacer taxi; o son mayoría los burócratas que se resignaron al empleo público con tal de dejar su vida como un pliego en blanco.

En otra circunstancia podríamos haber retrucado que se trataba de una cortina para darle tema a la monotemática Fiscal de la Nación, o para hacernos olvidar los viajes de la presidente, o para esconder la recesión como la cortina que escondió el mamey de la Lewinski; pero esto lo vimos y lo vivimos 30 mil en presencial y 30 millones en virtual: los peruanos no hacemos cortinas, hacemos estupideces, cometemos salvajadas, e impunemente las repetimos con el ciclo de un trompo.

Durante el pillaje de Vizcarra, 13 mujeres y un varón fueron asesinados en una discoteca de Los Olivos, crimen sepultado en montañas de papel y de babas. Ahora lo sabemos. No fue una cortina de humo para esconder el saqueo del miserable. Fue una estupidez y una salvajada que hasta hoy se mantienen impunes porque además de tarados somos conchudos.

Anoche no murió nadie en Matute solo porque Dios debe estar compadecido y asqueado de tanta pobreza mental de esta fracción de su creación.