Por Fernando Carbone.
Los indicadores de fin de año, no son precisamente halagüeños para gran parte de la población peruana; la pobreza ha vuelto a ganar terreno (32.3%; ENAHO, proyección 2023; 2022) ; hay indicios claros de aumento de problemas relacionados con la inseguridad alimentaria como la TBC, y la anemia (29% – 42.2% en la población de 6 años a 35 meses; MINSA/GESTION, 11/2023; INEI/INFOBAE,2023) y la desnutrición crónica (DCI, 13.3%; INEI/INFOBAE, 2023) que afectan sobre todo a la primera infancia y a las gestantes. Diversas publicaciones señalan que el número de familias donde los adultos solo acceden a una comida al día (y en muchos casos interdiariamente) ha aumentado, pues se prefiere preferenciar lo poco que se consiga hacia los niños y ancianos. Un signo de ello es un crecimiento significativo de las ollas comunes (registradas ante el Estado: 3 542 ollas comunes, en Lima al 70% del total; https://elcomercio.pe › peru › crisis-ali; idehpucp, https://idehpucp.pucp.edu.pe › revista-memoria › reportaje), haciendo que los aportes públicos y privados hacia las mismas, no sean suficientes para la demanda.
La crisis como la que estamos viviendo, doblega a los más pobres y vulnerables. No hay peor humillación para una persona (padres o hijos con dependientes a su cargo), que sentir que, a pesar de sus esfuerzos de trabajo, no pueden proteger a los suyos: darles de comer, educarlos, mantenerlos sanos, darles abrigo y refugio dignos, o todos a la vez.
En medio de este panorama, se conoció que un poder del Estado otorgó a 130 de sus integrantes, más de 43,000 soles por diversos conceptos en diciembre. Ante la indignación de la ciudadanía, surgieron explicaciones desde algunos de sus perceptores: “lo dispuesto es legal”, “otros poderes y funcionarios del Estado también lo reciben”, “se ha hecho desde antes, en periodos previos”, “debe tomarse en cuenta el trabajo que hacemos”, “si donáramos lo recibido, no alcanzaría para dar algo a otros más necesitados”, etc. Las respuestas denotan desubicación (o desentendimiento) sobre el fondo del hecho.
Lo legal no es sinónimo de justo, de equitativo o de ético; es a priori, el ejercicio del poder, por quien lo detenta. Justificar un beneficio particular a partir de lo que ocurre con otros o con hechos del pasado, no es válido, ni correcto, ni moral; es evadir un actuar responsable y diferente. Cuando los hechos no demuestran un trabajo al servicio a la población (que la misma identifique claramente como tal), para el cual se eligió a sus representantes, usarlo para justificar prebendas, tiene un sabor de aprovechamiento circunstancial e inhumano.
Finalmente, minimizar lo que se percibe, frente a lo poco que muchos peruanos reciben a pesar de su necesidad, desesperación y esfuerzo, muestra que no se entiende, que es lo que realmente se esperaba: un gesto de humanidad y solidaridad. Con lo percibido por cada uno de los 130 afortunados, aproximadamente 650 familias de 5 integrantes hubieran recibido una canasta básica para subsistir 3 a 4 días; con lo de todos, hubieran sido 84,500 familias. No se siente un actuar con conciencia.
Es legítimo compartir el fruto de nuestro trabajo con familiares y amigos; lo es también acceder a bienes y servicios que nos hagan felices; tanto ellos como nosotros, no nos veremos afectados, si el compartir es más modesto, para destinar una ayuda humanitaria a otras personas, a quienes la misma puede cambiar su vivir y su sentir en tiempos difíciles. Privarnos de algo o privar a un amigo o familiar de algo que querríamos regalarle, es poco frente a las privaciones que sufren muchos.
En tiempo de crisis, nos toca a la ciudadanía actuar como se debe; los gestos son tan importantes como las acciones. La necesidad de ayuda es muy grande; se necesita la generosidad de muchos. A los empresarios de todo rubro, calibre y nivel, les toca intentar preservar o crear empleos, contra todo lo que aconseja el sentido común y comercial de los tiempos. A todos los que algo tenemos, nos toca compartir lo más que podamos, con quienes poco o nada tienen. Teresa de Calcuta nos invitaba a “dar hasta que duela”, a compartir no de lo que nos sobra, sino de lo que incluso nos falta. Es el momento de hacerlo y no dejar que la indiferencia y/o la indolencia, reine en nuestro país.
Cuando nos toque trascender, no nos llevaremos nada de este mundo, salvo nuestras buenas obras. Solo eso hablará de nosotros y de quienes fuimos: no lo que acumulamos, sino lo que compartimos. Al hacerlo, el mensaje a nuestros compatriotas más pobres será: nosotros no los olvidamos.
¡Feliz Navidad para todos!
