Por: Gerardo Cailloma.
Viernes 17 fui invitado a presentar una colección de libros sobre ortografía para el ámbito escolar. Como muchos docentes que hemos abordado este tema en aulas, el autor, Jorge Valdez Zavaleta, se preocupa cómo enseñar este tema un poco árido a jóvenes más acostumbrados a la información audiovisual, con la aplicación cumbre juvenil Tik Tok, que a la información escrita. Un arduo reto en una sociedad que ha asumido ciertos referentes académicos para que los contenidos de instituciones de estudios superiores obvien estos temas. Vale la pena hacer una reflexión al respecto y extrapolar algunas ideas con lo que está pasando en la actualidad.
Por muchos años estuve ligado al mundo universitario, sobre todo en los ciclos iniciales. A medida que íbamos creciendo como institución, tuvimos que ir haciendo ajustes pertinentes ante las dramáticas carencias de nuestros estudiantes nóveles (cachimbos) como lo era la redacción. Cuando estudiábamos en la universidad, temas como gramática básica u ortografía no eran abordados en los contenidos de cursos de lengua u otros relacionados. Recordando, sólo el curso de Lengua 2 dictado por Luis Jaime Cisneros abordó la gramática generativa transformacional, la cual trata de explicar la naturaleza de la lengua según la teoría de Noam Chomsky. Esto fue hace décadas. A inicios de siglo, cuando invité a Luis Jaime a una de las conferencias que hizo el Dpto. de Humanidades de esa universidad, me comentaba el vacío formativo lingüístico de las nuevas generaciones, entre otras carencias. Universidades como La Pacífico, impusieron cursos como Lengua 0 o 1 de carácter obligatorio e irrepetible, so pena de no ser admitido en el mundo universitario. Eran cursos de ortografía, gramática y sintaxis; contenidos básicos para poder entrar en el mundo académico con herramientas lingüísticas pertinentes. Aunque muchas casas de estudios superiores se negaban a adecuar sus planes curriculares para implementar estos cursos, los estudiantes venían con grandes vacíos de conocimiento y herramientas académicas de diversas áreas. El proceso fue drástico y selectivo, pues eran los tiempos en el que algunos programas y formas de comunicación virtual iban ocupando los espacios de interrelación juvenil reemplazando formas de comunicación escrita por elementos icónicos que han ido proliferando cada vez más en todas las esferas sociales. La priorización económica por sobre lo académico fue desplazando el rigor y exigencia, así como el paulatino retiro de cursos universitarios por algunos de contenidos nada académicos pareciéndose más a cursos de autoayuda o algo por el estilo. Una naturaleza demasiado “light”, con anglicismo incluido para ocultar la mediocridad. Esto se ha agravado en los últimos años con la masiva presencia de cursos virtuales dictados por un profesor que asume hasta 800 alumnos. Pronto se convertirán en un curso meramente instructivo dictado por inteligencia artificial que, quizás, sea más riguroso siempre y cuando se les dé un verdadero carácter de preparación para una universidad. Ojalá. Pero esa no es la realidad. Y, como decía anteriormente, el facilismo en ciertas universidades y la coacción contra docentes para tener baja tasa de repitencia, pese a las evidencias estudiantiles, hacen que el avance de estudiantes en diversas carreras universitarias sea preocupante y genere mucho escepticismo; aunque ahora se prefiera el cinismo. La universidad, en el fondo, ha zanjado con este asunto.
Ante esta incertidumbre, la escuela queda como un único bastión que pueda modular la comunicación de un estudiante que quiere abrirse a la vida. Son las aulas que deben de ayudar a que un estudiante pueda tener las herramientas adecuadas para poder abrirse campo en la correcta escritura que le permita expresar sus ideas por escrito de manera asertiva. Demanda de un estudiante, a través de su profesor, un amplio conocimiento gramatical y una buena escritura. Eso implica un buen vocabulario y una buena redacción. La gramática básica permite, además, a un estudiante un buen desarrollo de cultura bilingüe y, con ello, multiculturalidad tan necesaria en tiempos como estos. Son modelos abiertos que se van enriqueciendo con la amplitud del conocimiento, no su empobrecimiento. En tiempos como estos en que la democratización del uso de la lengua y su pronto reconocimiento como norma oficial de su uso por las academias de la lengua española generan un desafío permanente no sólo a docentes del curso, sino a comunicadores, periodistas, redactores, correctores, generadores de contenido, publicistas, profesionales de ciencias sociales, abogados, secretarias, padres de familia; este desafío exige que todas las personas estén atentos a los cambios para poder hacer una comunicación efectiva. Pero es el docente escolar quien recibe mucho de este compromiso. En el respeto a sus alumnos en la heterogeneidad social y cultural que nuestro convulso país vive, el planteamiento de estos modelos no deben de ser imposiciones, pero sí deben de ser la guía que permita en la diversidad la estandarización de una lengua común, enriquecida por la coyuntura, pero sostén y herramienta de la construcción de puentes necesarios entre todos los hablantes tratando con respeto a las otras lenguas y sus hablantes, lenguas que han contribuido a ser parte de la identidad lingüística de una sociedad que busca cada vez más derroteros comunes para la construcción de un país inclusivo, respetuoso de sus tradiciones y con orgullo de pertenencia. Desafío notable y duro, pero no imposible.
Fuente: El Detector.