Perú. ¿No hay derecha?

Pero el hablar de izquierda, centro o derecha en la región, no implica solo retóricas. También puede hacerse cuidadosamente, señala Carlos Adrianzen Cabrera, decano de la facultad de Economía de la UPC.

Por Carlos Adrianzen Cabrera

A pesar de que se repite que el logro mayor de la revolución molecular implica que las nociones de izquierda o derecha ya han sido superadas, la realidad los desautoriza. De hecho, la misma polarización social enervada por los neo marxismos, refuerza el uso de etiquetar, como de derecha o de izquierda, a figuras políticas, activistas o intelectuales.

Lamentablemente, las críticas mutuas, así como la evidencia de desastres asociados a gobiernos rotulados como de uno u otro polo ideológico, ha desprestigiado a ambas posiciones. Casi todos hoy critican a los extremos. Candidatos (ex ante) y gobernantes (ex post) prefieren hoy declararse como de centro. Sobre todo, aquellos que tendrían rabo de paja (las opciones políticas menos evolucionadas, incluyendo a los aventureros más avezados).

Hoy casi todos se esfuerzan por usar el disfraz de capacidad, flexibilidad y decencia que viste el centro político. Paralelamente, no es inteligente omitir el desgaste del elector. Los electores de estos tiempos prefieren la anomia, el pragmatismo y —en no pocos casos— la inexperiencia e impericia combinadas. A nadie sorprende la pintoresca estatura de López Obrador, Díaz Canel, Petro o Castillo Terrones. Hoy, en la región, se eligen o toleran líderes que hacen gala del más deprimente desconcierto o ignorancia. La historia aquí no es tampoco tacaña. No hace mucho, en los inicios de sus gobiernos, los dictadores Castro, Perón o Velasco declaraban ser de centro, inicialmente. El resto, sus desastres, es historia.

Sin embargo, resulta crucial reconocer que el uso de las etiquetas —de derecha, izquierda o centro además de maleable y acomodaticio en el tiempo, resulta difuso y hasta contradictorio. Llegan gobiernos de centro izquierda y colapsan —previsiblemente como gobiernos de extrema izquierda.

Pero el hablar de izquierda, centro o derecha en la región, no implica solo retóricas. También puede hacerse cuidadosamente. En esta tarea resultan útiles dos observaciones.

En primer lugar, es importante desconfiar de los discursos. Recordando a Heinlein, todos podemos influir a miles apelando a sus prejuicios y hacerlo mucho más rápidamente que influyendo a uno usando la lógica y los datos.

En segundo lugar, ayuda recordar que una cosa es lo que usted quiere creer y otra, lo que los datos y la lógica descubren. En este plano, para usar lógica y datos, resulta fundamental tener claro de qué estamos hablando. Definir lo más precisamente que fuera posible cada cosa. Desechando, si la lógica y los datos lo aconsejan, aquella deliciosa prédica que ofrece justamente lo que queremos escuchar. Para hacerlo, los invito a definir cada uno de estos vocablos. Y, cuando fuera posible, medirlos.

Existen innumerables definiciones de los tres vocablos. Este detalle de la discusión resulta clave. Prevalece la retórica no la filosofía. Si cada quien define cada cosa como le parece, la discusión se convierte en un garabato. Solo sirve para el engaño y/o la autocomplacencia.

Pero si vamos a referirnos al tema seriamente, es necesario llamar a cada cosa por su nombre. Nada de lugarcitos en un congreso o sentimientos de envidia o ambición. Urge definir concretamente (mediblemente).

En estas líneas, coincidiremos con uno de los que mantenían a Karl Marx —Friedrich Engels— y entenderemos que la izquierda (el socialismo) es la antítesis de la derecha (el capitalismo). El capitalismo ideal implica el pleno respeto de las libertades económicas y políticas. Su antítesis, recordando a Herbert Marcuse, implica la opresión económica y política, a nombre de cualquier causa (i.e.: evitar la explotación laboral, o proteger a determinados grupos y el medio ambiente).

En español sencillo, entre estos dos polos se enfrentan el respeto e irrespeto a la propiedad privada. O si la burocracia puede o no recortar las libertades de los ciudadanos (derechos civiles, condiciones de negocios, etc.).

Para su suerte estimado lector, hoy esto se puede medir. Existen índices globales —de libertad o su inverso, la opresión que miden el cumplimiento (o incumplimiento) de las libertades políticas —Freedom House, por ejemplo— y Económicas —Heritage Foundation, similarmente—;. Ergo, podemos separar el discurso con los hechos.

Cualquiera que desee pasar de las palabras bonitas a los hechos feos —en el caso de Latinoamérica descubrirá que, usando los datos, los intervalos de los índices de opresión (izquierda) se asocian consistentemente a deterioros económicos significativos. A más izquierda, mayor pobreza y corrupción burocrática y menores niveles de acumulación o comercio exterior. De acuerdo a la evidencia global y latinoamericana, la izquierda en sus variantes, sería tóxica en el ámbito económico.

En estas líneas —y enfocados en una muestra selecta de naciones latinoamericanas (ver Gráfico I) saltamos a los hechos. Nótese aquí que no importa un ápice el humor del personaje que gobierna y/o su discurso o percepción externa. Se es de más de izquierda cuando la opresión es más alta; y más de derecha, cuando la opresión es más baja (de acuerdo al quintil correspondiente en la muestra del 2022 para cada variable).

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Desde Cuba hasta Chile, la data disponible para el 2022 contrastaría que somos —además de una región estancada, inestable nominalmente y corrupta, burocráticamente— ambientes altamente oprimidos, política y económicamente.

Sí, estimado lector, comprendo que podría estar diciéndole que los datos contrastan lo que usted no desea leer. Ni Chile, ni Uruguay actuales son campeones de la libertad. Si descomponemos la muestra por intervalos (léase, categorías ideológicas) para el año pasado (ver Gráfico II), descubrimos abiertamente la razón del título del presente artículo.

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Entiendo lo decepcionante que podría resultarle descubrir que usted —elección tras elección— habría votado recurrentemente por gobernantes de izquierda (mercantilistas, pre socialistas, socialistas), creyendo que votaba por un alguien de derecha.

El problema aquí resulta dual. Por un lado, descubre la falta de ciudadanía en la región (afán de siquiera preguntarse qué es cada cosa más allá del discurso); pero también su déficit de cultura política (al creer que los hechos y la retórica van de la mano). Por otro lado, espero que el segundo gráfico le sirva —de una vez por todas— para descubrir que en Latinoamérica y el Caribe (por la alta opresión prevaleciente) en los hechos no hay gobiernos de derecha.

Mayoritariamente, nos gobiernan regímenes de centro-izquierda y de izquierda. No son pues sorpresivos nuestro subdesarrollo, corrupción burocrática, estancamiento e inestabilidad.

Fuente: Infobae

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