El ocaso de nuestras sociedades a través de una obra
‘En un país que se tolera la trasgresión, el asesinato, la corrupción en todos los planos hasta el cinismo (basta ver lo que vemos en las actuales cúpulas de poder), personajes como Billie Holiday o María T-Ta serían el espanto, el terror hecho personas. Y, encima, mujeres.’
Por: Gerardo Cailloma
El sábado 15 tuvimos la suerte de ver una obra de teatro que nos conmovió y que nos dio tantas lecturas como las que puede tener una artista. El ocaso de una estrella de Lanie Robertson, libretista norteamericano, narra la historia de la accidentada vida de Billie Holiday, aka Lady Day, representada por la actriz Ebelin Ortiz, soberbia. La historia de esta cantante también fue llevada al cine en el filme Lady sings blues, nombrada en español también como El ocaso de una estrella. Este filme impulsó a Diane Ross a seguir un papel de actriz, rol que no prosperó. La película tiene escenas memorables, las borracheras en los bares, las peleas contra la policía que la perseguía en los momentos tensos de la violencia racial en USA. Volvamos a nuestra obra de teatro: Lady Day at Emerson´s Bar Grill “hace un recorrido por la vida de la famosa cantante de jazz Billie Holiday quien a través de catorce canciones nos cuenta la difícil situación que venía atravesando en esos momentos, casi los últimos de su existencia” (https://limaenescena.pe/el-ocaso-de-una-estrella/). Y las historias narradas en cada una de las canciones nos dan a conocer un dolor en su condición de mujer y negra. Violada en su juventud, Billie sobrevive en un burdel gracias al amor de su madre y por su poderosa voz, esa que le permitió entrar en la fama, pero que tenía ingresar por la puerta de servicio para engordar las arcas de los empresarios blancos. Historias tristes de humillación fueron frecuentes entre los artistas negros, pero son los casos de Nina Simone y, sobre todo, Billie las que descuellan entre todas. La Simone se fue a Francia, como antes lo había hecho décadas antes Joséphine Baker. Pero Billie tuvo un triste final, sumida en el alcohol y las drogas, refugio del mundo duro que le tocó vivir en la sociedad racista y clasista de la Norteamérica de los 40 del siglo pasado. Algunas artistas contemporáneas a ellas, como Sarah Vaughan o Ella Fitzgerald, tuvieron mejor suerte con el sistema. Se dice que Ella tuvo un espaldarazo de Marilyn Monroe, quien admiraba a la cantante e iba a todo lugar donde actuase. Tal suerte no le cupo a Billie. Billie murió por su soledad y por un sistema duro que toleraba e, incluso, alentaba los linchamientos de ciudadanos negros. Strange fruit, Extraña fruta, canción del compositor comunista Abel Meeropol, cayó en el repertorio de la cantante y ambas se hicieron famosas y peligrosas; como dijo ella, separaba a las personas con criterio de “los cretinos y los idiotas” (racistas, clasistas, conservadores, tan a pelo en nuestros días).
La obra arrastró a todo el público en un vértigo de emociones, de la comedia y la crítica ácida al deterioro de la artista que iba cantando canciones que describían sus estados de ánimo y sus demonios. Al ver su vida uno no puede sino recordar otras duras historias como la de nuestra cantante Lucha Reyes, fallecida el 31 de octubre de 1973. Lucha tuvo una dura vida como la retrató Javier Ponce Gambirazio en su documental Lucha Reyes, Carta al cielo (2009), aunque se atenúa la fuerte discriminación y maltrato por parte de personajes poderosos de la televisión peruana como el otrora Augusto Ferrando. Pero hay más personajes que van cayendo en el olvido en una sociedad que borra fácilmente su memoria de crímenes como los que acabamos de vivir contra muchos ciudadanos peruanos. Acostumbrados a tratar de borrar o deshacernos del otro, del “enemigo”, del marginal, del inadaptado, vamos olvidando a personajes que son incómodos para el sistema de las buenas costumbres y modelo de comportamiento dentro de los patrones que te imponen: eso se ve en el caso de la artista polifacética que fue Patricia Roncal, más conocida como María T-Ta, que desequilibró el mundo del rock subterráneo limeño tratando de dar una voz e identidad a la mujer en un mundo de cánones machistas como el subte. Las crónicas de Fabiola Bazo (Cielo Rock, una visita al panteón del rock peruano, 2001) y Shane Greene (7 interpretaciones de la realidad subterránea, 2017) describen el duro camino que le tocó vivir a esta cantante que revolucionó la escena de entonces; pero estas acciones le costaron rechazo de sus “patas” e, incluso, de mujeres por quienes se fajó los problemas para lograr sus derechos en escena. Recuerdo la movida que se hacía en la Lima de los 80 y cómo iba ganando espacio en medio del avance de Sendero Luminoso y el desastroso gobierno de Alan García. Eran momentos tensos en los que muchos artistas se jugaban el pellejo entre los terroristas y las fuerzas del orden. Cuando fue enviada a la cárcel acusada de terrorismo por estar en el lugar y momento equivocados, sólo dos de sus numerosos “patas” la fueron a ver. En sus cantos demostró lo racista, clasista y sexista que es la sociedad limeña y, de paso, la peruana. Decepcionada, se fue del país en 1991 para nunca más volver. Murió de cáncer al páncreas en el 2012. En los últimos años, se está reconociendo el valor de esta artista. En un país que se tolera la trasgresión, el asesinato, la corrupción en todos los planos hasta el cinismo (basta ver lo que vemos en las actuales cúpulas de poder), personajes como Billie Holiday o María T-Ta serían el espanto, el terror hecho personas. Y, encima, mujeres.