Este viernes, la agencia espacial de Estados Unidos informó que había restablecido por completo el contacto con la sonda espacial Voyager 2, ubicada a una distancia asombrosa de más de 19.900 millones de kilómetros de la Tierra.
Lanzada en 1977, la misión de la Voyager 2 ha sido explorar los planetas exteriores y servir como faro de la humanidad hacia el vasto universo. Sin embargo, recientemente se encontró en un aprieto cuando una serie de comandos enviados a la sonda provocaron un desvío en la orientación de su antena, lo que comprometió su capacidad para recibir y enviar señales a la Tierra, poniendo en peligro la misión en su totalidad.
Inicialmente, se esperaba que la situación no se resolviera hasta al menos el 15 de octubre, cuando la Voyager 2 llevaría a cabo una maniobra automatizada de realineación. Pero los ingenieros de la NASA no se dieron por vencidos y buscaron una solución alternativa. En un sorprendente giro de los acontecimientos, el martes anterior, la sonda envió una señal débil, pero esperanzadora, detectada por la Red de Espacio Profundo (DSN), que consta de múltiples observatorios terrestres.
Con esta señal en la mano, el Laboratorio de Propulsión a Reacción de la NASA (JPL), encargado de construir y operar la sonda, se embarcó en un esfuerzo sin precedentes. La DSN, utilizando su transmisor de mayor potencia, envió lo que llamaron un «grito interestelar» hacia la Voyager 2. Dada la asombrosa distancia, la orden tardó 18,5 horas en viajar hacia la sonda y otros 18,5 horas para regresar a la Tierra, lo que significó que se tuvieron que esperar 37 horas para conocer si la maniobra había tenido éxito.
La espera valió la pena. El viernes, el JPL anunció con entusiasmo que las instrucciones habían funcionado, y la sonda espacial comenzó a enviar datos científicos y telemetría. La Voyager 2 se encontraba nuevamente en su trayectoria esperada y operaba normalmente.
No se puede subestimar el significado de este éxito. La Voyager 2, al igual que su gemela Voyager 1, ha sido una de las misiones espaciales más emblemáticas y revolucionarias de la historia. La Voyager 1 se convirtió en la primera sonda de la humanidad en entrar en el espacio interestelar en 2012, mientras que la Voyager 2 continuó explorando el sistema solar exterior. Ambas sondas han brindado un tesoro de información científica y han sido una fuente de inspiración para futuras misiones espaciales.
Sin embargo, a pesar de este logro, también se vislumbra el inevitable final de estas valientes exploradoras. Se espera que las baterías de ambas sondas se agoten en algún momento a partir de 2025, lo que pondrá fin a su capacidad de enviar datos y comunicarse con la Tierra. Pero, por ahora, continúan transmitiendo valiosa información científica mientras siguen adentrándose en el espacio, más allá del alcance del sistema solar.
La misión de las Voyager ha sido verdaderamente una odisea de exploración y descubrimiento, llevando consigo un mensaje en forma de Disco de Oro, que contiene información sobre la Tierra y su diversidad cultural, en caso de que alguna otra inteligencia extraterrestre tenga la suerte de encontrarla en el futuro lejano.
