El ‘capitalismo político’ de las autocracias en el nuevo escenario de la economía mundial. Antecedentes y derivaciones del XX Congreso del Partido Comunista de China.

El capitalismo de rasgos chinos
¿Puede decirse que China sea una sociedad capitalista?

Por muchas contorsiones que se hagan la respuesta habitual suele ser afirmativa. Basta con ver el papel de las empresas privadas, de las que razonablemente se dice que contribuyen el 60% del PIB; 70% de la innovación; 80% del empleo urbano; y 90% de los nuevos puestos de trabajo. Muchos medios de producción están en sus manos. No hay cartillas de racionamiento y los consumidores compran lo que les apetece si cuentan con recursos. Pueden obtenerse créditos bancarios para consumir e invertir. Desde su reapertura en 1990, Shanghái y Shenzhen han contado con sendas bolsas donde pueden comprarse y venderse acciones y obligaciones.
No solamente funcionan, pues, en China algunas de las instituciones básicas del capitalismo. La previsión más extendida hasta hace poco era la de que la profundización en las reformas económicas iniciadas bajo Deng Xiaoping a finales de los 1970s acarrearía una completa adopción del capitalismo, eventualmente acompañada de mayores libertades públicas y de una democratización del sistema político. De Deng se recordaban propósitos apócrifos como el dicho de que hacerse rico es glorioso y a sus seguidores se les atribuían innegables intenciones de continuar en el empeño. Recordar hoy la catarata de ditirambos con la que los medios globales acogieron la llegada al poder de Xi Jinping en 2013 sería de mala educación.
¿Por qué?
Porque desde entonces, sin suficiente esclarecimiento, el gobierno chino ha iniciado un giro en sentido contrario: menor libertad económica y un fuerte aumento de la represión política cuyo remate se ha alcanzado por el momento con el genocidio contra la población musulmana de Xinjiang y la Ley de Seguridad de Hong Kong. Aunque dan cuenta de ésas y de otras derivas totalitarias, los medios globalistas siguen sin explicar ni explicarnos satisfactoriamente cómo se ha producido esa evidente inversión de sus expectativas.
Mi tesis personal apunta a que esos medios se hallan dominados por una específica disonancia cognitiva que les impide reconocer los hechos que no se adaptan a su visión de rebaño, ésa que recordaba el presidente Obama como el arco de la historia que lenta pero inexorablemente se vence hacia la justicia. Una de sus carencias básicas en el caso chino es que casi nunca se toman en serio las explicaciones con las que los responsables de la gobernación china se justifican.
Pensaba haber insistido en este y futuros blogs en el papel que, para los dirigentes chinos, tiene lo que allí se conoce como el Pensamiento Mao Zedong. Y lo haré. En principio el sintagma debería referirse a los escritos y discursos del dirigente que vivió entre 1893 y 1976 y que ocupan un amplio espacio en las bibliotecas, pero con el tiempo ha pasado a ser definido como la práctica colectiva de los comunistas chinos para la construcción del socialismo. La meta socialista es, pues, su máxima ambición y a ella dirigen sus esfuerzos. Por supuesto, a menudo su definición es elusiva o cambia rápidamente de acuerdo con las nuevas circunstancias, pero siempre amparará sus decisiones por muy rocambolesca que parezca su relación con la realidad.
A Deng, por ejemplo, se le suele recordar por la sentencia apócrifa de más arriba. Pero no era eso lo que quería decir con la fórmula empleada en una famosa entrevista con una cadena de televisión estadounidense en septiembre 1986. Para él «no [podía] haber comunismo o socialismo si hay pobreza. Según el marxismo, la sociedad comunista exige abundancia material, así que no es pecado hacerse rico. Pero lo que nosotros llamamos hacerse rico es diferente de lo que entienden ustedes. […] Hacerse rico en una sociedad socialista significa, ante todo, desarrollo de la producción primero y, luego, prosperidad colectiva. Permitiremos que algunas personas y algunas regiones alcancen esa prosperidad antes como anticipo de la prosperidad común. […] Francamente, no permitiremos la aparición de una nueva burguesía».
No sería razonable pensar que Deng estuviera engañando a su audiencia ni a sí mismo. Estaba convencido de lo que decía, aunque, como trataré de mostrar, su semántica dista mucho de la que aplicaba a sus declaraciones el espectador americano medio. Esa razón por la que algunas personas o regiones podrían desarrollar la abundancia en China podía valorarse de distintas maneras.
Lo que obliga a un paréntesis.
Hace unas semanas, George Soros escribía alarmado que «la dictadura de Xi amenaza al estado chino» . Si Mao Zedong concibió e impuso una sociedad cerrada donde sus súbditos tienen que subordinarse al estado-partido, Xi parece convencido de que, con el tiempo, esa polis totalitaria ha demostrado su completa superioridad sobre otras fórmulas políticas. Es más disciplinada, más fuerte y, en consecuencia, más apta para arrollar a otras en caso de eventuales conflictos. Remataba Soros: «tengo a Xi por el enemigo más peligroso para las sociedades abiertas del mundo».
Soros recurría a la historia reciente para fundar su juicio. Xi llegó a la cumbre del poder en 2013 como beneficiario del valeroso legado reformista de Deng Xiaoping. Lejos de buscar un enfrentamiento con el mundo occidental, Deng persiguió que China creciese dentro de él y con esa visión provocó maravillas. China entró en la Organización Mundial del Comercio en 2001 y, a partir de ahí, se embarcó en un proceso de crecimiento inigualado en la historia y fue capaz de reaccionar ante la Gran Recesión de 2007 con mayor eficacia incluso que el mundo desarrollado.
Xi, sostiene Soros, ha dedicado su vida al desdoro de ese legado, en parte por resentimiento personal hacia Deng a quien responsabiliza de la destitución de su padre como miembro del Politburó en 1962, así como de sus propias lagunas educativas. Pero, ante todo, porque Xi es intensamente nacionalista, quiere convertir a China en el hegemón mundial y necesita de un partido leninista capaz de imponer a sus nacionales los sacrificios precisos para lograrlo. Como sabe que buena parte de la clase política y de las élites económicas no comparten esos fines, Xi se ha visto crecientemente en el brete de avasallar a todos aquellos con recursos propios suficientes para desplegar un poder independiente del partido.
Ese proceso que comenzó con la inesperada cancelación de la oferta pública del grupo Alibaba en la bolsa de Nueva York el pasado noviembre se ha extendido a otras compañías financieras y educativas. «Xi está decidido a someter a los creadores de riqueza al control del partido estatal único». Con ese fin ha diseñado una estructura dual en la gestión de las empresas que hoy, pertenezcan al sector público o al privado, impone la autoridad de los representantes del partido sobre la de sus dirigentes a la hora de tomar decisiones. El régimen de los comisarios políticos que Mao copió de la Unión Soviética estalinista para el ejército y la administración pública lo ha trasplantado Xi al conjunto de la sociedad y de la economía chinas.
Para mantenerse al frente de su nación en el próximo Congreso del PCC en 2022 Xi no ha dudado así en convertirse en un dictador que, lejos de aceptar que sea su sociedad la que le marque el camino, decide por sí y ante sí imponerle sus propias metas. El pasado 28 de junio la televisión nacional recogía un acto en el que Xi y sus camaradas del comité permanente del Politburó repetían el juramento que se exige a todos los nuevos miembros del PCC. Aleccionador.
No es difícil compartir el diagnóstico de Soros; sí lo es, en cambio, aceptar ésa que él llama una lección de historia porque repite la inaceptable fábula mundialista de que Deng rompió por completo con el maoísmo. Nada tan lejos de la verdad.
La etapa de reformas y de apertura que, a partir de 1978, se adjudican con justicia a Deng se caracterizó por la ruptura con la quimera de una economía planificada y de tipo soviético. Llevado de sus propias convicciones pragmáticas y también por el desastre económico y moral en que habían sumido a China el Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural, los dos grandes dislates que, para Mao, eran consustanciales con una rápida construcción del socialismo en el país, Deng se prestó a un cambio radical impulsando la desaparición de las comunas agrarias e industriales y abriendo parcialmente la economía a las fuerzas del mercado. Es un proceso bien conocido que sería innecesario reiterar.
Bajo Deng, sin embargo, los límites de la nueva etapa económica quedaron bien definidos. Los mercados no iban a acabar con Mao en dos aspectos decisivos. Ante todo, el sector público estatal y, aún más importante, el provincial y el local siguieron teniendo un protagonismo inequívoco. Fundada en 2003 la SASAC (en castellano: Comisión para la Administración y Supervisión de los Activos Estatales del Consejo de Estado, el nombre con el que se designa al gobierno chino) -un organismo similar al INI de la España franquista, aunque mucho más poderoso- y sus equivalentes en otros niveles administrativos tuvieron bajo Deng y retienen en la actualidad un amplísimo control sobre todos los aspectos estratégicos de la economía china.
Un rápido ejemplo reciente y edificante. En su pulso por controlar riesgos en Alipay, la sección financiera de Ant Group, el grupo tecnológico dirigido hasta hace poco por Jack Ma y que cuenta con más de un millardo de usuarios, la administración china ha ordenado la separación de sus unidades crediticias y la creación de una nueva compañía abierta a accionistas externos. Ant ha tratado de mantener el control de la nueva iniciativa, pero finalmente se le ha impuesto la entrada en su mayoría de varias compañías públicas -entre otras el Grupo de Inversiones Turísticas de Zhejiang cuya experiencia en los mercados crediticios es inexistente- que, sin embargo, impondrán un férreo control del partido sobre la nueva empresa.
Aunque a menudo se insista sobre el papel reservado a las empresas privadas, en China el peso del sector público sigue siendo desmedido y fundamental. Entre las 500 mayores compañías listadas en Fortune Global, 109 son chinas, pero sólo 16 son de propiedad privada. En definitiva, por mucho que razonablemente se critique su gigantismo, sus enormes deudas y su escasa flexibilidad para adaptarse a las exigencias del consumo privado, son ellas las encargadas de imponer las decisiones estratégicas del gobierno chino. Si, bajo Xi, han extendido su papel hasta los nuevos límites a los que se refiere Soros, no lo han hecho sino para reclamar una preponderancia que nunca habían dejado de ejercer. Los sucesivos planes quinquenales les han otorgado siempre un papel decisivo. Por su parte, la nueva etapa de circulación dual, central para el recientemente aprobado Decimocuarto Plan Quinquenal, supone una nueva vuelta a la tuerca pública, esta vez aún más claramente astringente para con el sector privado, especialmente en la parte hasta ahora cubierta por las empresas de capital extranjero o de propiedad mixta.
Para Alicia García Herrero, «básicamente se trata de una estrategia de repliegue sobre el mercado doméstico respecto al resto del mundo eliminando cuellos de botella, sea en recursos naturales, sea en tecnología, para integrar verticalmente la producción y conseguir una autosuficiencia asentada sobre el amplísimo mercado doméstico chino». China se propone así reducir rápidamente y hasta prescindir, tanto como sea posible, de la importación de bienes de alta gama en perjuicio de los grandes líderes tecnológicos como Alemania, Japón, Corea del Sur y Estados Unidos, sustituyéndolos con producción industrial nacional.
Eso, piensan los estrategas locales, hará al país menos dependiente de las importaciones al tiempo que -en el desiderátum burocrático- aumentará las opciones endógenas para la demanda interior, protegiendo al país ante eventuales guerras comerciales como la desencadenada por Trump. El envés de este renovado impulso autárquico es acrecer la importancia de la Belt & Road Initiative (BRI por sus siglas), impulsando la demanda exterior para abrir nuevos mercados a China en países emergentes.
Caben muchas dudas de que ese objetivo de circulación dual acabe por convertirse en realidad, pero resulta incuestionable que solamente podrá hacerlo mediante un renovado impulso del sector público. No sabemos cómo juzgaría Deng esta nueva estrategia, pero indudablemente no es contradictoria con el papel que sus seguidores reservaron al sector público en las reformas impuestas por Zhu Rongji a principios de este siglo y, ya antes de Xi, en la respuesta dada a la Gran Recesión por el equipo de Hu Jintao y Wen Jiabao.
Hay otro aspecto histórico en Deng del que, pese a su interés por la materia, Soros hace tabla rasa. No voy a extenderme porque es perfectamente conocido: sus reformas sólo podían tener cabida dentro de los límites que estableciesen los verdaderos detentadores del poder en la sociedad china, es decir, los militantes del Partido Comunista y en especial sus dirigentes. En concreto, cabía aceptar una ampliación de los mecanismos de mercado y de las decisiones empresariales, inconcebibles unos y otras bajo Mao, pero de ninguna manera la extensión de esas libertades a la vida política. No es Soros el único que se olvida de ello. La biografía de Deng más frecuentemente citada (Ezra Fogel, Deng Xiaoping and the Transformation of China. Harvard UP: 2011) liquida rápidamente sus años anteriores a 1978 y se centra de forma casi exclusiva en los de sus reformas económicas.
Sin embargo, Deng vivió y murió como un ortodoxo leninista, en perpetuo acoso a las reformas democráticas que, en buena lógica, pudiesen derivarse de la creciente libertad económica. Pantsov y Levine (Deng Xiaoping. A Revolutionary Life. Oxford UP: 2015) no dejan de recordar su participación bajo Mao en la campaña de rectificación de Yan’an y en la persecución de los crímenes contrarrevolucionarios a partir de 1951, cuando más de dos millones de personas fueron ejecutadas. El diseño y la puesta en práctica de la campaña de las Cien Flores fue en buena medida obra de Deng para evitar que la revuelta antisoviética en Hungría 1956 repercutiese sobre China. Y, ya bajo su mandato, Deng se encargó de liquidar los eventuales ecos del Muro de la Democracia de Xidan en 1979 y participó decisivamente en la sangrienta represión de Tiananmen en 1989. La deriva autoritaria de Xi no deja, pues, de tener su preludio en la trayectoria totalitaria del PCC desde su fundación hace cien años y que incluye de forma destacada el curso represivo de Deng.
Pero volvamos a la economía. Todas las economías de mercado han aceptado con el tiempo una creciente participación del sector público, en un arco que en los países de la OCDE va del 24,5% de Irlanda hasta el 55,3% de Francia. En ese aspecto, la extensión del sector público en China no haría sino confirmar la regla.
Pero, una vez más, allí las reglas del juego no son exactamente las mismas. Para Deng, como se ha visto, el socialismo podía empezar a construirse mediante el enriquecimiento de algunas personas y regiones. ¿Y quiénes sino los protagonistas del socialismo, bajo Deng y bajo Xi, es decir, los miembros del Partido Comunista Chino, sus familiares y sus clientes podrían estar mejor cualificados y legitimados para darle su primer impulso?
Aunque con distintos grados de acceso al poder y a las decisiones clave, los 95 millones de militantes comunistas y sus dependientes son quienes se han lucrado en mayor medida de las oportunidades que abría la construcción del socialismo. Aunque en la entrevista televisiva de 1986 Deng descartara de plano la aparición de una nueva burguesía, ese grupo social ligado al poder y que abarca, en mi cuenta galana, alrededor de la séptima parte de la nueva sociedad china se ha convertido en la nueva clase dirigente.
Los mecanismos empleados para conseguirlo, sin embargo, están aún por detallar. Sabemos del grado de corrupción del aparato público por la campaña contra tigres y moscas desatada por Xi desde el principio de su mandato, pero muy poco sobre los recursos empleados por una mayoría de partícipes cuya posición prominente no ha sufrido contratiempos. De ahí la importancia del libro recién publicado por Desmond Shum (Red Roulette. An Insider’s Story of Wealth, Power, Corruption, and Vengeance in Today’s China, Scriber: Nueva York 2021).
Junto con su ex-esposa, Duan Weihong, más conocida en los círculos del poder como Whitney Duan, Shum mantuvo contactos con algunos de los personajes más influyentes del partido, se alió con ellos para cerrar acuerdos y negocios y generó un patrimonio familiar de varios cientos de millones de dólares. En septiembre 2017 Whitney desapareció en las oquedades del aparato represivo, mientras que Shum, ya divorciado, se había exiliado a Gran Bretaña en 2015 y allí preparaba su libro. La importancia que sus memorias tienen para los dirigentes chinos la subraya que, tras esos largos años de desaparición, Whitney surgiese repentinamente de las sombras carcelarias con dos llamadas telefónicas para convencer a su ex de que renunciase a publicarlas.
Los primeros pasos de Shum como conseguidor fueron en beneficio de Zhang Beili, la esposa de Wen Jiabao, el primer ministro entre 2003 y 2012. A lo largo de una relación desarrollada desde varios años atrás, Whitney se había ganado su confianza convirtiéndose en intermediaria y tapadera de sus negocios. Whitney, que no pertenecía a la élite, había aprendido pronto en su carrera que en China el éxito en los negocios depende de lo que allí llaman guanxi, es decir, el compadreo con los poderosos. Tan pronto como empezó a establecer sus relaciones, en 1996, fundó una compañía con el nombre inglés de Great Ocean para darles servicio.
Por Zhang, a quien Whitney llamaba Zhang Ayi -la Tía Zhang, en una expresión cariñosa que en China denota una relación estrecha, aunque no parentesco-, Shum y Whitney tuvieron noticia de que Cosco (China Ocean Shipping Company), la gran compañía naviera y logística del gobierno chino tenía interés en desprenderse de un 3% de su capital en Ping An, otro gran conglomerado público especializado en seguros. Cosco había sido uno de los tres creadores de Ping An en 1988 junto con China Merchants Bank y el gobierno de Shenzhen (otro ejemplo entre muchos de las actividades financieras y comerciales que en China desarrollan entidades cuyos fines deberían ser otros).
En diciembre 2002, Whitney aceptó comprar ese paquete de acciones por 36 millones de dólares. Y, de acuerdo con la práctica establecida anteriormente, la familia Wen se quedaría con un 70% de los beneficios y el matrimonio Shum con el resto. Por supuesto, ni una sola de esas acciones aparecería a nombre de Zhang; todas ellas quedaban nominalmente en manos de la compañía Great Ocean. La operación fue altamente lucrativa. «Seis meses después de que Ping An empezase a cotizar en Shanghái […] obtuvimos ganancias por encima de 300 millones de dólares, alrededor de 26 veces nuestra inversión. La tía Zhang obtuvo beneficios potenciales por encima de los 600 millones» (p. 145).
No fue el único pelotazo. En junio 2006 con motivo de la oferta pública inicial en Hong Kong del Banco de China, Whitney aceleró su puesta en marcha gracias a su relación con el gobierno de Wen, lo que se le premió con la reserva de tres millones de acciones al precio de salida. El primer día de cotización subieron un 15%. Y a ésa le siguieron varias operaciones del mismo calibre.
No es éste el lugar para entrar en los detalles de los grandes proyectos que siguieron a estos éxitos iniciales y que redoblaron el patrimonio de la pareja como la ampliación del aeropuerto de Pekín de cara a los Juegos Olímpicos de 2008 o la construcción del hotel Bvlgari -escrito así, no es una errata- en la ciudad. Lo que me importa subrayar en esta ocasión es que el matrimonio Shum no era sino una gota importante, sí, pero gota al fin en el océano de operaciones semejantes que se desarrollaban a la vez por toda China. En ellas estaban todos aquellos a los que Deng había abierto el paso para que fueran los primeros en enriquecerse. Ninguno de ellos estaba lejos, menos aún fuera de los cambalaches que se cocían en el seno del partido y nadie podía ser admitido si no pagaba el favor en especie.
Y aun así había clases entre los beneficiarios. «Los burócratas chinos, los ejecutivos de las compañías estatales y los inversores privados cercanos al partido ofrecían continuamente oportunidades a quienes estaban en la pomada como la tía Zhang, pero las ofertas eran aún más jugosas para la aristocracia roja cuyos miembros tenían acceso a la compra de empresas monopolistas. Un ejemplo señero: el agua mineral Tibet 5100 que tenía la exclusiva en los trenes de alta velocidad. Según se dijo, algunos parientes de Deng Xiaoping pagaron prácticamente nada para hacerse con los derechos de embotellamiento de esa agua. Entre 2008 y 2010 el ministerio de Ferrocarriles compró doscientos millones de botellas. Cuando la compañía comenzó a cotizar en Hong Kong en 2011 su capitalización estaba en torno a 1,5 millardos de dólares» (p. 107).
Algo similar ocurría en el aeropuerto de Pekín donde la familia de Jiang Zemin obtuvo la licencia para la venta de productos duty-free a través de una firma llamada Sunrise que compartía la exclusiva con una compañía pública llamada Duty Free Group. «Un duopolio típicamente emblemático de la economía china: mientras una familia roja controlaba una de esas firmas, la otra pertenecía a una empresa pública» (p. 127)
Shum no aporta datos desconocidos. Ya en 2012 David Barboza, un periodista del New York Times había denunciado la súbita riqueza de la familia Wen. Pero, a mi entender, el enorme interés del gobierno Xi en impedir la publicación de su libro es claramente explicable: sin salirse en exceso del orden para no perjudicar a su ex-esposa ni verse él mismo comprometido ante la justicia penal en China, Shum confirma desde dentro lo que los medios chinos niegan y negarán como testimonios falsos de la conjura exterior.
Algo huele a podrido en el capitalismo sin reglas del Imperio del Centro.
Fuente: Revista de Libros, septiembre 2020
Capitalismo Autoritario

Emilio Anguiano Romero
Resumen
El siguiente artículo perfila el concepto de capitalismo político. Tomando como referentes históricos a la revolución bolchevique y a la revolución china. Considerando tres modelos de poder (autoritario, totalitario y liberal). El sustento de este escrito son las categorías de biopolítica y psicopolítica. Este ensayo pretende señalar dos cuestiones: la primera tiene que ver con el carácter capitalista de la economía china contemporánea, la segunda reflexiona sobre los esquemas de control, la vigilancia cibernética dentro de los países asiáticos y el mundo, para contener la pandemia producida por el Covid-19.
Palabras clave: capitalismo, economía, sociedades de control, biopolítica, psicopolítica, Covid-19.
Abstract
The following essay outlines the concept of political capitalism. Consider the Boshevik Revolution and the Chinese Revolution as historic reference. Taking into account three models of power (authoritarian, totalitarian and liberal). The sustenment of this writing are the categories of biopolitics and psychopolitics. This essay aims to point out two issues. The first has to do with the capitalist character of the contemporary Chinese economy. The second reflects on control schemes, cyber surveillance within Asian countries and the world to contain the pandemic procuced by the Covid-19.
Keywords: capitalism, economy, control societies, biopolitics, psychopolitics, Covid-19.
El tema a desarrollar en este ensayo, es el concepto de capitalismo autoritario. Comenzaremos por definir los conceptos de totalitarismo y autoritarismo, en el marco de dos procesos revolucionarios que marcaron el siglo XX: la Revolución Rusa y la Revolución China. En un segundo momento, nos ocuparemos de esbozar la estructura socioeconómica contemporánea de China, contrastándola con el horizonte actual de control cibernético, bajo el cual está sometida la mayor parte de su población.[1]
Para perfilar con objetividad estas revoluciones y sus consecuencias históricas, nuestro análisis no estará desligado de los ‘pecados originales’ de la Unión Soviética y la China Popular. En su XX Congreso el Partido Comunista de la Unión Soviética; el primero que se celebró después de la muerte de Stalin, encabezado por Nikita Jruschov, arrojó una verdad incómoda para el pueblo soviético. Se presentaron denuncias contra el régimen, mismas que resultaban hasta entonces desconocidas. Entre ellas encontramos, por ejemplo, las grandes purgas, los exilios políticos y los campos de trabajos forzados conocidos como Gulags.
El 24 de octubre de 1917 marca un antes y un después en la historia de los proyectos socialistas. El pasado 22 de abril se conmemoraron 150 años del nacimiento de Vladimir Ilich Ulianov, mejor conocido como Lenin. Este nombre, pasará a la historia entre los líderes revolucionarios del siglo XX.
Para un marxista, escribe Lenin, está fuera de duda que la revolución es imposible sin una situación revolucionaria, pero no toda situación revolucionaria conduce a la revolución.[2] La tradición de la izquierda revolucionaria ha transmitido en muchos continentes; a lo largo de muchas generaciones, los principios fundamentales de la unidad del marxismo-leninismo, como teoría del conocimiento, método histórico y fuente ideológica de los militantes. Pensar la vigencia de estos postulados en 2020, nos obliga a realizar un ejercicio de autocrítica en torno al pensamiento específico de Marx y Lenin, así como a su desarrollo y retroalimentación con el proyecto socialista mismo. Un análisis a contracorriente de las interpretaciones manualistas y dogmáticas, las cuales han deformado su esencia original. En Vicisitudes históricas de la Doctrina de Carlos Marx, Lenin divide la historia en tres períodos: 1) de la Revolución de 1848 a la Comuna de París (1871); 2) de la Comuna de París a la Revolución Rusa (1905); y, 3) de la Revolución Rusa hasta nuestros días.[3] Este balance fue escrito por Lenin en el 30 aniversario del fallecimiento de Marx, un período turbulento para el movimiento revolucionario; pero que en la Europa de finales del siglo XIX y principios del XX, se vivió como un período pacífico. Al principio del primer período, Marx había escrito que la historia se repite dos veces: primero como tragedia y después como farsa. Asimismo, en El Capital reivindicó a su maestro G.W.F. Hegel porque muchos lo consideraban ya un perro muerto. Los falsos socialistas europeos repitieron este epíteto con Karl Marx.
La doctrina de Marx obtiene un triunfo completo y se va extendiendo. Lenta, pero inflexiblemente, prosigue el proceso de reclutamiento y concentración de fuerzas del proletariado, que se prepara para las batallas venideras. La dialéctica de la historia es tal, que el triunfo teórico del marxismo obliga a sus enemigos a disfrazarse de marxistas.[4]
El filósofo esloveno Slavoj Žižek nos explica en un compilado de ensayos titulado Lenin 2017, sobre la pertinencia de seguir reivindicando el proyecto leninista, cien años después de la revolución rusa. Lenin tenía sus limitaciones históricas, pero su praxis abrevaba de la lógica dialéctica de Hegel y Marx, para la cabal comprensión de su papel de líder histórico en la revolución bolchevique. Después de su muerte en 1924, el estalinismo dominaba todos los sectores de la vida social soviética. El tránsito de la figura histórica de Lenin a Stalin, puede distorsionar y encubrirse bajo las grandes mentiras de un régimen autoritario,[5] al respecto Žižek nos dice que
Lo que motiva la verdad es la experiencia del sufrimiento y el coraje, algunas veces en soledad, no por la dimensión o por la fuerza de la mayoría. Esto, por supuesto, no significa que ahí este un infalible criterio para determinar la verdad: Esta afirmación involucra un tipo de apuesta o decisión arriesgada: una que tiene que cortar su camino incluso hacerla cumplir, y al principio aquellos que dicen la verdad no son por regla entendidos, ellos luchan (consigo mismos y con otros), buscando el lenguaje adecuado en el cual expresarlo. Este es el reconocimiento completo de esta dimensión, de riesgo y apuesta, ante la ausencia de ninguna garantía externa, que distinga un auténtico compromiso con la verdad de cualquier forma de ‘totalitarismo’ o ‘fundamentalismo’.[6]
TOMADA DE RED BUBBLE
Existieron diferencias sustanciales entre el proceso ruso y el chino, por ejemplo, en China no existió algo parecido a un proceso de verdad, entonces la distorsión histórica se ajustó a la línea del Partido Comunista. “El Gran Salto hacia adelante” y la “Revolución Cultural” transformaron la sociedad china a través de la ideología y, como veremos más adelante, pueden explicar el estado de cosas actual en el terreno económico, político y social. Siguiendo el contraste que hace Žižek, entre los dos caminos rumbo al socialismo, resalta un hecho particular: la hambruna que sufrió China entre 1958 y 1961. Podemos destacar el relevante hecho de que dicha realidad pudo conocerse por la investigación de un científico, escribe Žižek:
El documentado, masivo y meticuloso estudio de Yang Jisheng Tombstone: La Historia no contada de la Gran Hambruna de Mao, nos ofrece un caso ejemplar para recordar: el resultado de casi dos décadas de investigación, pone los números de los ‘prematuramente muertos’ entre 1958 y 1961 en 36 millones de decesos. (La declaración oficial es que el desastre se debió en un 30 por ciento a causas naturales y en un 70 por ciento al mal manejo). Yang fue capaz de consultar archivos estatales alrededor del país y formar el más completo retrato de la gran hambruna, más que cualquier otro investigador. Fue ayudado por los registros de colaboradores al interior del sistema -demógrafos que habían trabajado calladamente, por años en agencias gubernamentales, para compilar escenarios precisos de las pérdidas humanas; los oficiales locales que habían mantenido macabros registros de los eventos en sus distritos; los tenedores de los archivos provinciales estaban felices de abrir sus puertas con una reverencia y un guiño, a un confiable camarada, pretendiendo estar investigando la historia de la producción de grano en China. ¿La reacción? En Wuhan, una ciudad grande de China central, la oficina del Comité de Gestión Integral del Orden Social colocó a Tombstone en una lista de ‘libros obscenos, pornográficos, violentos e insalubres para los niños’, para ser confiscado a la vista. En cualquier otro lugar, el Partido aniquiló a Tombstone con su silencio, prohibiendo cualquier mención en los medios, pero absteniéndose de ataques que llamaran la atención al libro en sí mismo. Pero Yang aún vive en China, retirado, sin ser molestado, publicando ocasionalmente en revistas científicas.[7]
Žižek ocupa esta anécdota, siguiendo un tratado experimental de Beauvois,[8] para identificar los modos autoritarios. Dicho experimento social consiste en observar las reacciones de varios sujetos en un laboratorio, teniendo como premisa un estado general de hambruna, los sujetos pueden elegir entre ingerir o no un gusano, por el bien de la humanidad. Para cumplir los objetivos de este experimento Beauvois observa:
Analizando sobre los motivos de porque las personas pueden cumplir tal acto que contraviene sus propensiones y/o intereses, Beauvois identifica tres modos distintos: autoritario (el más puro mandato ‘¡Tu deberías hacerlo porque yo lo digo, sin cuestionarlo!’, sostenido por una recompensa si el sujeto lo hace y un castigo si no lo hace); totalitario (con referencia a una causa más alta o a un bien común que es más grande que el sujeto cuyo interés es percibido: ‘¡Tu deberías de hacerlo, aun cuando es desagradable, sirve a nuestra Nación, el Partido, la Humanidad!); y liberal (con referencia a la naturaleza interna del sujeto en sí mismo: ‘¡Lo que se te está pidiendo puede parecer repulsivo, pero si miras con profundidad, puedes darte cuenta de algo nuevo, inesperadas dimensiones de tu personalidad!).[9]
La definición del modo autoritario nos acerca a nuestro propósito inicial, para perfilar el carácter capitalista dentro de una sociedad de control, con características similares a las de China. Sin embargo, el carácter autoritario no existe de una manera tan pura. Por lo tanto, en vez de desviarnos en otro debate, complementaremos esta definición, con la categoría biopolítica, fundada por Michel Foucault:
El curso de este año se dedicó finalmente, en su totalidad, a lo que sólo debía ser su introducción. El tema seleccionado era, entonces, la “biopolítica”; yo entendía por ello la manera como se ha procurado, desde el siglo XVIII, racionalizar los problemas planteados a la práctica gubernamental por los fenómenos propios de un conjunto de seres vivos constituidos como población: salud, higiene, natalidad, longevidad, razas, etc.[10]
A lo largo de su curso, Foucault recupera algunos elementos de un curso anterior En Defensa de la Sociedad, para enlazar las premisas del biopoder con el concepto de biopolítica.[11] En este caso el liberalismo como práctica y no como teoría o ideología, ha transmutado en una vertiente neo. La misma que prefiere maximizar ganancias y reducir costos; para así, decidir sobre la vida y la muerte. En este punto es pertinente recordar lo que señala el pensador anarquista Alfredo Velarde:
En la medida misma en que se ocupa de la consideración del hombre, no ya como un simple sujeto sin más, sino en tanto que cuerpo vivo, y, más aún, como vida en un cuerpo, destrabando así todas las ataduras o trabas que antes constreñían la comprensión cabal de que, precisamente nuestro tiempo, es el de la temporalidad biopolítica; algo que hace coincidir a la nuda vida con la biopolítica, en la misma medida en que hace coincidir al estado de excepción con el estado de clase autoritario al modo de Max Horkheimer.[12]
Abordaremos a continuación las características del crecimiento y el desarrollo económico en China. En tanto país hegemónico y que dentro de su sociedad se maneja nominalmente con un programa socialista. En esencia el estado chino es un estado autoritario y con una economía capitalista: en la medida exacta del mercado mundial, el comercio internacional, la ganancia extraordinaria, la vanguardia de la gran industria y el cuerpo del autómata global.
Economía China y Hegemonía Mundial
Yo no conocí al presidente Mao, pero sí que conocí a Lin Piao,
nos fue a recibir al aeropuerto, Lin Piao, que luego quiso cargarse al presidente Mao
y que murió en un accidente de avión mientras huía hacia Rusia.
Un tipo pequeño y más hábil que una serpiente. ¿Tú recuerdas a Lin Piao?
Y Lou decía que no había oído hablar de Lin Piao en su vida.
Bueno, Lou, decía yo, era algo así como un ministro chino
o como el secretario de Estado de la China.
Roberto Bolaño
En 1978, dos años después de la muerte de Mao Tse Tung, la República Popular China inició un programa de reformas económicas conocido como “socialismo con características chinas” o “economía socialista de mercado”. El operador de este proceso fue el líder del Partido Comunista Deng Xiao Ping. Se dice que esta era ha llegado a su fin bajo el liderazgo de Xi Jin Ping. En este apartado describiremos algunas características de la economía china a la luz de los procesos globales del capital.
En 2018, las dos mayores economías del mundo, China y Estados Unidos, disputaron una guerra comercial. El conflicto comenzó con el propósito inicial de equilibrar el déficit en la balanza comercial de Estados Unidos bajo la administración trumpista. Se implementaron tarifas comerciales para los bienes y servicios que provenían del país asiático. La situación escaló durante casi todo 2018 y parte de 2019, afectando no solo el comercio binacional, sino la economía interna norteamericana. El premio Nobel de economía, Paul Krugman, ha presentado un diagnóstico de los impactos de esta guerra comercial:
El equipo de Trump también ha querido frenar los impulsos de China para establecerse a sí mismo como el superpoder económico mundial: “China básicamente está tratando de robarse el futuro,” ha declarado Peter Navarro, un alto consejero comercial, hace un año. Pero el nuevo trato, mientras incluye algunas promesas de proteger la propiedad intelectual, deja el núcleo industrial estratégico de China –lo que ha sido llamado una “vasta red de subsidiarios que han alimentado el ascenso global de muchas compañías chinas”- intocable.[13]
Lo anterior nos sirve para ilustrar la importancia estratégica de China, su cambio de rumbo desde las reformas económicas y su caracterización como una economía capitalista de carácter autoritario; en otras palabras, las características de un capitalismo político. Recientemente la caída de los precios del petróleo y el colapso de los mercados financieros internacionales ha preocupado a los inversionistas. El ‘milagro económico’ chino ha llamado la atención por el crecimiento de su producto interno bruto, así como la estabilidad con que sus variables macroeconómicas se han comportado.
En 1981, el 88% de la población China vivía en la extrema pobreza. Cuatro décadas desde entonces, cerca de un billón de personas han salido de la pobreza, dejando a este indicador en menos del 2%. Cerca del mismo período la dimensión de la economía China tuvo un incremento de $195 billones de dólares – similar al tamaño de la economía española- a los $14 trillones del día de hoy. Por algunas medidas, la economía China ha superado a la de Estados Unidos y es ahora la más grande del mundo. China también ocupa el segundo lugar de las 500 principales compañías de la revista Fortune en el mundo, y tiene más billonarios que Europa.[14]
En su libro Capitalism, Alone el economista Branko Milanovic ha descrito el proceso global del capitalismo y su caracterización en el continente asiático. Malinovic ocupa el término capitalismo político siguiendo a Max Weber, quien lo define como “el uso del poder político para obtener ganancias económicas”. Ahora bien, el cumplimiento de este sistema no lo exenta de contradicciones, las cuales pueden resumirse en tres partes: 1) burocracia eficiente; 2) ausencia del estado de derecho; y, 3) autonomía del Estado.[15]
Los estados que practican el capitalismo político en la actualidad, especialmente China, Vietnam, Malasia y Singapur, han modificado su modelo poniendo a burócratas altamente eficientes y expertos tecnócratas a cargo del sistema.[16]
¿Pero China es realmente capitalista?, pregunta que frecuentemente se formula de manera retórica y algunas otras veces con ingenuidad. La respuesta que nos ofrece el economista Malinovic, siguiendo la definición que recupera de Karl Marx y Max Weber, sería la siguiente:
Para calificar como capitalista, una sociedad debería contar con que la mayor parte de su producción se lleve a cabo utilizando medios de producción de propiedad privada (capital, tierra), que la mayoría de los trabajadores sean trabajadores asalariados (no legalmente atados a la tierra o trabajando en el autoempleo, utilizando su propio capital), y que la mayoría de las decisiones relativas a la producción y a la asignación de precios sean tomadas en una manera descentralizada (lo que es, sin ninguna imposición en sus emprendimientos). China califica positivamente como capitalista en los tres aspectos.[17]
Dos factores más pueden agregarse al retrato económico de la economía china. En primer lugar, la corrupción inherente a una estructura burocrática y estatal, que según el análisis de Milanovic puede ser la causa del colapso del proceso económico. El segundo factor es el incremento de la desigualdad social conforme la economía capitalista produce nuevas brechas en la estructura de las clases sociales.
Figura 1. Composición Profesional del top 5 chino (1988-2013).
Fuente de los Datos: Yang, Novokmet y Malinovic (2019); Cálculos del Chinese Household Income Project. Milanovic, Branko. Capitalism, Alone The Future of the System That Rules the World. The Belnak Press of Harvard University Press. Cambridge, Massachussets. London, England. 2019
En la figura anterior podemos observar el ascenso de una nueva élite capitalista. El 5 por ciento más alto de la población estaba conformado en 1988 por trabajadores, funcionarios y oficiales de gobierno. Veinticinco años después su participación disminuye respecto a la proporción con dueños de negocios (20 por ciento) y profesionales (33 por ciento) que es dominante. Dichas brechas sociales, solo pueden explicarse desde el control autoritario y la vigilancia (política y digital) en la sociedad contemporánea.
Psicopolítica y el mundo del mañana
El viejo mundo se muere.
El nuevo tarda en aparecer.
Y en este claroscuro surgen los monstruos.
Antonio Gramsci
En los días que transcurren enfrentamos una situación inédita, el mundo vive un brote epidémico, con datos calculados hasta el día 18 de abril de 2020 el filósofo y expreso político Enrique Guerrero precisa dentro de su “Crítica del Pandemónium”; publicada en Reflexiones Marginales, lo siguiente:
Se calculan 2,300,874 personas infectadas por el SARS-CoV-2, de las cuales han perdido la vida 158,422. Si consideramos que actualmente habitamos este mundo (o luchamos por habitarlo) aproximadamente 7,700 millones de seres humanos, podemos calcular con sencillez que el virus ha contagiado al 0.029% de la población mundial y que ha causado la muerte del 0.002% del total de seres humanos.[18]
El filósofo surcoreano y residente en Berlín, Byung-Chul Han, ha escrito que la pandemia se ha expandido de manera acelerada en los países soberanos de Europa y está siendo contenida en los países asiáticos con modelos autoritarios. Parafraseando a Han podemos decir que “el soberano es quien decide sobre el estado de excepción. Es soberano quien cierra fronteras. Pero eso es una huera exhibición de soberanía que no sirve de nada”. Para nosotros, ropavejeros de la filosofía y mercachifles de la economía, la reflexión sigue por ahora el rastro de un fantasma viral; no del comunismo, que recorre Asia, Europa y el resto del mundo. Escribe Enrique Guerrero en alusión manifiesta: “Un espectro recorre Europa: ya no el espectro de un pueblo organizado y revolucionario, sino el espectro de un virus. Todos los poderes de la vieja Europa se han aliado en una sagrada cruzada contra ese espectro, desde el Papa y Vladimir Putin, Merkel y Jean-Luc Nancy, hasta los ecologistas y la policía europea”.[19]
Por su parte, Byung-Chul Han publicó lo siguiente:
El coronavirus está poniendo a prueba nuestro sistema. Al parecer Asia tiene mejor controlada la pandemia que Europa. En Hong Kong, Taiwán y Singapur hay muy pocos infectados. En Taiwán se registran 108 casos y en Hong Kong 193. En Alemania, por el contrario, tras un período de tiempo mucho más breve hay ya 15.320 casos confirmados, y en España 19.980 (datos del 20 de marzo). También Corea del Sur ha superado ya la peor fase, lo mismo que Japón. Incluso China, el país de origen de la pandemia, la tiene ya bastante controlada.[20]
La excepción de la epidemia pone a prueba el sistema, pero no para su desaparición, sino para su perfeccionamiento. En el caso de China, el control del virus ha perfeccionado el modo en el que el panóptico digital somete a los infectados, así como su relación con posibles portadores del Covid-19.
Ni en China ni en otros Estados asiáticos como Corea del Sur, Hong Kong, Singapur, Taiwán o Japón existe una conciencia crítica ante la vigilancia digital o el big data. La digitalización directamente los embriaga. Eso obedece también a un motivo cultural. En Asia impera el colectivismo. No hay un individualismo acentuado. No es lo mismo el individualismo que el egoísmo, que por supuesto también está muy propagado en Asia.[21]
En esta época, la relación que los sujetos mantienen con sus dispositivos digitales ha cambiado el ritmo, el tiempo y la intensidad con que sus usuarios experimentan la realidad. Se ocupa un nuevo vocabulario, como el Big Data, así como el uso coercitivo que los algoritmos pueden ejercer sobre la humanidad.[22] ¿Pero realmente es una amenaza a nuestra privacidad, pensamientos e incluso al futuro?
De acuerdo con el mismo filósofo Byung-Chul Han, en su libro Psicopolítica. Neoliberalismo y las Nuevas Tecnologías del Poder,[23] vivimos una época, el neoliberalismo, donde su protagonista, el sujeto neoliberal, vive en una ilusión de libertad, entregando voluntariamente ya no su pellejo, sino su mente.
Hoy, estamos entrando en la edad de la psicopolítica digital. Lo cual significa pasar de una vigilancia pasiva a un manejo activo. Tal como, se está precipitando a una crisis mayor de libertad: ahora, la libertad en sí misma está en juego. El Big Data es un instrumento psicopolítico altamente eficiente que hace posible alcanzar un conocimiento comprensivo de las dinámicas de comunicación social.[24]
En pocas palabras, el dispositivo Big Data, resulta de una necesidad de acumular datos informáticos. Desde el conocimiento científico, los datos financieros, los perfiles de redes sociales que voluntariamente entregamos, son una fuente de negocios. El dilema que surge estriba en pensar si este instrumento podría predecir el comportamiento de los sujetos, discriminando con ello a los sujetos basura o con bajo puntaje, tal como señala Han en su artículo sobre la pandemia. Pero no sólo es un debate sobre la automatización de la informática, sino que la otra cara de la moneda del Big Data es el Big Business:
Acxiom es una compañía comercial de datos personales de cerca de 300 millones de ciudadanos estadounidenses –en otras palabras, prácticamente todos ellos. Por ahora, Acxiom sabe más acerca de los Americanos que el FBI. La compañía divide a la gente en setenta categorías. En su catálogo, ellos son ofrecidos como bienes para la venta. Para cualquier necesidad hay algo que comprar. La gente con un valor económico bajo se le designa como ‘desecho’ –que es, ‘basura’. Los consumidores con un valor alto de mercado se encuentran en el grupo ‘Estrella Fugaz’. Desde edades de los treinta y seis a los cuarenta y cinco son dinámicos, se levantan temprano, hacen jogging, no tienen hijos, pero están casados, les gusta viajar y ven Seinfeld.[25]
El filósofo nos sugiere que pensemos con Marx, más allá de Marx, de tal suerte que el reino de la libertad podría surgir más allá de la necesidad y el modo de producción capitalista, podría estar más allá de sí mismo, haciendo útil lo inútil.
La condición del dominio de los GAFA (Google, Apple, Facebook, Amazon) es que los seres, los lugares, los fragmentos de mundo continúen sin tener contacto real. Allí donde los GAFA pretenden «vincular al mundo entero», lo que hacen por el contrario es trabajar por el aislamiento real de cada uno. Inmovilizar los cuerpos. Mantener a cada uno recluido en su burbuja significante. El golpe de fuerza del poder cibernético consiste en procurar a cada uno la sensación de tener acceso al mundo entero cuando en realidad cada vez está más separado de él, de tener cada vez más «amigos» cuando cada vez es más autista.[26]
A modo de reflexión
La multitud serial de los transportes colectivos siempre fue una multitud solitaria, pero nadie transportaba consigo su burbuja personal, como ocurre desde que aparecieron los smartphones. Una burbuja que inmuniza contra todo contacto, además de constituir un perfecto soplón. Esta separación querida por la cibernética se dirige de manera no fortuita hacia la constitución de cada fragmento como pequeña entidad paranoica, hacia un proceso de deriva de los continentes existenciales en el que el extrañamiento que reina ya entre los individuos de esta «sociedad» se colectiviza ferozmente en mil pequeños agregados delirantes. Contra esto, hay que salir de nuestra casa, ir al encuentro, echarse al camino, trabajar en la ligazón conflictiva, prudente o feliz, entre los pedazos de mundo.
Hay que organizarse. Organizarse verdaderamente nunca ha querido ser otra cosa que amarse.
Comité Invisible
¿Qué mundo encontraremos cuando termine esta pandemia? Por lo que parece, este año que transcurre, será recordado por el cambio de nuestra rutina, la inflexión de ritmo y la suspensión del contacto social. Sin embargo, algunas capacidades humanas surgen, se desarrollan y pueden reforzarse cuando la vida regrese a la normalidad. El paralelo con un proceso de rehabilitación del organismo social es inevitable.
El hecho de vivir en una realidad donde la mayoría de nuestras condiciones están dadas y que escapan a nuestro control, nos pone a pensar en alguna otra condición humana. Sin cometer el error común de las robinsonadas de los economistas de otro tiempo, he tratado de pensar en los intervalos de vida de nuestros antecesores: ¿Cómo afrontaban una plaga? ¿Lo verían acaso como un castigo divino o una señal del apocalipsis? La inmediatez de nuestra época y su carácter abstracto nos bloquea los sentidos para percibir una posibilidad que no sea la apropiación de la riqueza en su modo capitalista. Bastaría solo con intentar sobrevivir más de dos días sin intercambios dinerarios o evaluaciones respecto al valor del trabajo. Imaginar la ciudad sin aglomeraciones, vehículos automotores que tienen mayor derecho de vía que los peatones, el ruido infernal que normalizamos y solo percibimos cuando salimos a un lugar tranquilo. En esta época, la libertad es una ilusión y los mecanismos de control nos subyugan directamente en nuestro cuerpo y mente. Pareciera que estamos disociados en nuestra unidad de vida. Vivimos para trabajar y trabajamos para sobrevivir. La riqueza social tiene por finalidad producir para la ganancia, no importa su fin, como se ha escrito, si se consume para el estómago o para el intelecto.
Entregamos libremente nuestras opiniones, gustos, capacidades al torrente virtual y nos sentimos vacíos de contenido. Las terapias de coaching, sanación y el cultivo de la vida espiritual, fomentan una vía privada de evasión. Fuentes milenarias de conocimiento sobre el cuerpo y el espíritu son asimiladas por el sistema y devuelven un producto pasteurizado a imagen y semejanza del capital. Lo mismo sucede con el discurso (poético, filosófico, intelectual). Sin caer en el pesimismo, la reflexión crítica puede quedarse corta frente a la velocidad con que el mundo se va transformando. La idea mesiánica de redención, el culto a la personalidad y los proyectos fallidos de revolución social parecen viejos monumentos de un mundo en ruinas. Un viejo amigo alguna vez utilizó la metáfora sobre el musgo que puede crecer en la piedra. En el mismo sentido y en esta época, donde la riqueza puede tener un doble carácter de apropiación, podría servirnos quizás para producir luz en medio de la oscuridad, generar calor en el invierno, y creatividad en un mundo donde todo es igual que sí mismo y que lo otro. Si alguna vez aceptamos el mundo tal y como se nos presenta, algo tuvo que pasar en nuestra vida para pensar, aunque fuera por un momento, que algo estaba mal. Éste, es el primer paso de la conciencia crítica, aceptar nuestra esclavitud y visibilizar nuestras cadenas. Quiero pensar que muchos seres humanos, que no conozco, se encuentran en este proceso y ahora son esclavos conscientes. Pero no basta con cuestionarlo todo, a veces se nos confunde con criticones o resentidos. Muchas veces hay que tomar la rienda de nuestros argumentos y proponer. La imaginación muchas veces es compañera de la creatividad. Pero si el autómata que registra y vigila todas las posibilidades y movimientos de nuestra partida, ha anticipado también nuestra rebelión frente al sistema, entonces hay que voltear a nuestros semejantes y apelar a la memoria. Aunque el sentido último de una propuesta postcapitalista, tenga su causa final en el desarrollo individual de las capacidades y necesidades. Hay que organizarse, así no estaremos solos en este mundo.
Bibliografía
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- Velarde, Alfredo, “Estado de Excepción y Biopolítica del control social”, Prólogo a Guerrero, Enrique, Estado de Excepción, Edición Comité Enrique Guerrero (CEGA), México, 2016.
- Žižek, Slavoj, Lenin 2017, Verso Books, London-NewYork, 2017.
Notas
[1] Aludimos al ensayo La epidemia viral y el virus del mañana del filósofo coreano Byung-Chul Han. Publicado por el diario El País el 22 de marzo de 2020.
(https://elpais.com/ideas/2020-03-21/la-emergencia-viral-y-el-mundo-de-manana-byung-chul-han-el-filosofo-surcoreano-que-piensa-desde-berlin.html), consultado el 06 de mayo de 2020.
[2] Garaudy, Roger, Lenin (La historia de un militante), ed. cit., p. 19.
[3] El texto fue publicado con la firma de V.I. el 1° de marzo de 1913 en el núm. 50 de Pravda. Citado en Vicisitudes Históricas de la Doctrina de Carlos Marx, en Lenin, V.I., Obras Escogidas, ed. cit.
[4] Lenin, V.I., Loc. cit.
[5] “Me queda señalar que los totalitarismos del siglo XX sólo pueden explicarse como momentos internos del desarrollo de la modernidad que siguen latentes: cálculo social y racionalidad instrumental, manipulación y movilización total de las masas, desarrollo de las fuerzas productivas y del poder militar, control de las conciencias, etcétera. Por lo que a mí respecta, no estoy dispuesto a tener indulgencia por los programas sostenidos por el bien absoluto o el mal absoluto. A mi entender, las alternativas libertarias se caracterizan por ser abiertas, contingentes, inconclusas e irreductibles”. Juanes, Jorge, “Resultado efectivo del totalitarismo de los unos y los otros: millones de muertos”, en Caprichos de Occidente, ed. cit., pp. 20-21.
[6] Žižek, Slavoj, Lenin 2017, ed. cit. (Ésta y las siguientes traducciones son nuestras).
[7] Žižek, Slavoj, ed. cit.
[8] Beauvois, Jean-Léon, Traité de la servitude libérale: Analiyse de la soumission, ed. cit. Citado a su vez en Žižek, Slavoj, ed. cit.
[9] Ibid.
[10] Foucault, Michel, Nacimiento de la Biopolítica. Curso en el Collége de France (1978-1979), ed. cit., p. 356.
[11] “Me parece que el análisis de la biopolítica sólo puede hacerse cuando se ha comprendido el régimen general de esa razón gubernamental de la que les hablo, ese régimen general que podemos llamar cuestión de la verdad, primeramente de la verdad económica dentro de la razón gubernamental; y por ende, si se comprende con claridad de qué se trata en ese régimen que es el liberalismo, opuesto a la razón de Estado -o que, antes bien, [la] modifica de manera fundamental sin cuestionar quizá sus fundamentos, una vez que se sepa qué es ese régimen gubernamental denominado liberalismo, se podrá, me parece, captar qué es la biopolítica”. Foucault, Michel, ed. cit. p. 31.
[12] Velarde, Alfredo, “Estado de Excepción y Biopolítica del Control Social”, Prólogo a de Guerrero, Enrique, Estado de Excepción, ed. cit. El libro cuenta con una importante reseña realizada por el filósofo Alberto Constante para la revista Reflexiones Marginales, visible en: http://reflexionesmarginales.com/3.0/estado-de-excepcion/ [última consulta 06 de mayo de 2020].
Asimismo, el libro con el prólogo en cita se puede descargar gratuita y libertariamente con permiso del autor y editores en los siguientes links: https://www.prensaindigena.org/web/pdf/Estadodexcepci%c3%b3n.pdf
https://www.contralatortura.org.mx/index.php/component/k2/item/169-estado-de-excepcion
[13] Krugman, Paul, “How Trump lost his trade war”, ed. cit.
[14] Macfarlane, Laurie, “A spectre is haunting the West -the spectre of authoritarian capitalism”, ed. cit.
[15] Milanovic, Branko, Capitalism, Alone. The Future of the System That Rules the World, ed. cit.
[16] Ibid.
[17] Ibid.
[18] Guerrero, Enrique, “Crítica del Pandemónium”, en Reflexiones Marginales, Número Especial 8: Coronavirus, 1 de mayo de 2020, (https://revista.reflexionesmarginales.com/critica-del-pandemonium/), consultado el 06 de mayo de 2020.
Los datos citados fueron tomados por el autor de la John Hopkins University and Medicine, en comparativo con las cifras poblacionales de la Organización Mundial de la Salud. Los datos de la John Hopkins University and Medicine pueden consultarse en https://coronavirus.jhu.edu/map.html [última consulta 18 de abril de 2020].
[19] Guerrero, Enrique, “Crítica del Pandemónium”, en Reflexiones Marginales, Número Especial 8: Coronavirus, 1 de mayo de 2020, (https://revista.reflexionesmarginales.com/critica-del-pandemonium/) consultado el 06 de mayo de 2020.
[20] Han, Byung-Chul, La emergencia viral y el mundo del mañana, ed. cit. A finales de abril de este año, el país asiático de Vietnam había levantado su cuarentena después de dos meses, con un total de menos de 300 enfermos por el Covid-19 y ninguna muerte. (https://www.infobae.com/america/mundo/2020/04/27/vietnam-sale-de-su-dura-cuarentena-sin-ninguna-muerte-como-lo-hizo/?fbclid=IwAR2aAb5Ximx-ZyZHuLbbWFdJxglN8JEnVs8SS8VbVJEN_e8aYHnQplHiooM), consultado el 06 de mayo de 2020.
[21] Ibid.
[22] “‹‹Un algoritmo es un conjunto de reglas que, aplicada sistemáticamente a unos datos de entrada apropiados, resuelven un problema en un numero finito de pasos elementales››, según enuncia el profesor de la Facultad de Informática de la Universidad Complutense Ricardo Peña Marí, autor a la sazón del libro De Euclides a Java, la historia de los algoritmos y de los lenguajes de programación (Nívola). ‹‹Es importante notar que el algoritmo tiene que ser finito y que ejecuta las instrucciones de manera sistemática, es decir, que es ciego ante lo que está haciendo, y que los pasos con los que opera son elementales››, comenta el profesor”. Fanjul, C. Sergio, “En realidad, ¿qué […] es exactamente un algoritmo?, ed. cit.
[23] Han, Byung-Chul, Psychopolitics. Neoliberalism and New Technologies of Power, ed. cit. (Las traducciones de esta edición son nuestras).
[24] “Pero el neoliberalismo, es un desarrollo ulterior —de hecho, una forma transmutada— de capitalismo, no está principalmente preocupado con ‘lo biológico, lo somático, lo corporal. Ha descubierto a la psyche como su fuerza productiva”. Han, Byung-Chul, Psychopolitics. ed. cit., 1. The Crisis of Freedom.
[25] Han, Byung-Chul, Psychopolitics. ed. cit., 11. Big Data.
[26] Comité Invisible, Ahora, ed. cit., p. 52.
Fuente: Reflexiones Marginales