En Brasil y Estados Unidos, gracias a que un grupo importantes de electores decidieron pasarse de la ‘idiotés’ cívica a la ciudadanía responsable, se han salvado por un pelo de caer en los extremismos de derecha e izquierda. ¿Y los peruanos? Lograremos que un grupo mayoritario de votantes decidan dejar de ser idiotas? Y más difícil que eso: ¿Surgirán nuevos líderes políticos capaces de lograrlo?
A menudo olvidamos que las palabras que empleamos tienen su propia historia. “Idiota” es una y “democracia” es otra. Para empezar “idiota”, del griego idiotés, significaba en el contexto en el que comenzó a ser utilizada, la Grecia clásica, aquel que se desentiende de los asuntos de la comunidad bien porque no participa de la política o bien porque, desinteresado, vela por sus propios intereses. De ahí, de lo “propio” y “particular” asociado a la raíz “idios”, procede “idioma” (medio para expresar lo “propio”) o “idiosincrasia” (“temperamento propio”), es decir idiota es únicamente aquel que se centra en su particularidad y piensa que los asuntos de la comunidad no le afectan. Ana Carrasco-Conde.