La vida de Mirko Saric acabó con tan solo 21 años cuando el argentino decidió quitarse la vida dejando atrás una carrera llena de sueños y esperanzas. El joven futbolista había nacido en una familia humilde en la ciudad de Buenos Aires. Desde muy temprana edad, Mirko demostró un amor apasionado por el fútbol. Cada día, entrenaba con dedicación y esmero para mejorar su juego y cumplir su sueño de jugar en los equipos más importantes del país.
A los 16 años, Mirko ingresó en las categorías inferiores de un reconocido club de fútbol de Buenos Aires: El San Lorenzo. Desde entonces, su carrera fue en ascenso. Demostró su talento en cada partido, ganándose el respeto y la admiración de sus compañeros y entrenadores. A pesar de su corta edad, Mirko ya había participado en varios encuentros importantes de la liga argentina, dejando en cada encuentro un sello de calidad y elegancia. Muchos lo consideraban el futuro del fútbol argentino.
Flaco, alto y de buena zurda; no faltaba quien lo comparara con Fernando Redondo. De capacidad polifuncional, supo aplicar sus distintos talentos al balón para portar una prodigiosa elegancia, la cual era expuesta en cada juego. Sin embargo, el éxito y la presión del mundo del fútbol comenzaron a pesar sobre los hombros de Mirko. A pesar de que tenía un futuro brillante por delante, el joven futbolista luchaba con la ansiedad y la depresión.
Todo sucumbiría ante una serie de malos resultados y momentos penosos. La novia de Mirko Saric anunció un embarazo, algo que llenó de esperanza e ilusión al joven volante de San Lorenzo. Pero cuando el niño nació, Mirko sospechaba que algo andaba mal: «Ese no es mi hijo», decía. Una prueba de paternidad confirmaría lo peor: la novia de Mirko había sido infiel y su retoño, a quien Mirko consideraba su hijo hasta entonces, no era más que producto de dicha aventura amorosa. Por si fuera poco, Mirko sufriría una grave lesión en un encuentro ante el River Plate, resultando con una rotura de ligamentos cruzados en las rodillas que lo marginaría varios meses de las canchas. Esta lesión no solo frustró gran parte del inicio de su carrera futbolística, sino también su pase a uno de los clubes más grandes de Europa: el Real Madrid. Los merengues querían contar con Saric para la próxima temporada, sin embargo, la lesión trajo consigo una negativa a su fichaje.
Su familia y amigos intentaron ayudarlo, pero a pesar de todo. Inclusive su entrenador, el argentino campeón del mundo, Oscar Ruggeri trato de animarlo a continuar y no desistir ante las adversidades. Pero Mirko no podía disimular la fuerte depresión que amargaba su alma: «No tiene sentido la vida, profe», cuenta Ruggeri que le dijo. Poco después, Mirko tomó la decisión más triste y desesperada: quitarse la vida.
Este triste suceso nos recuerda la importancia de cuidar la salud mental, especialmente en un mundo en el que la presión y las expectativas pueden ser abrumadoras. Mirko Saric siempre será recordado como un talento que deslumbró a todos con su fútbol y como un joven que se fue demasiado pronto.