Al volante de su camioneta suburbana negra, Paulo Borges tiene que apretar los ojos para enfocar las camionetas frente a él, que se desvanecen en una nube roja de polvo. El terrateniente está en la carretera cerca de Mineiros, en el medio oeste de Brasil, el granero del país sudamericano. Los verdes campos de soja se extienden hasta el horizonte separados por caminos rectos de tierra de color marrón rojizo. Cada pocos kilómetros, algunos cedros rojos altos, palos de hierro y loros nos recuerdan que esta zona de Brasil fue una vez el bosque de transición hacia la Amazonía. Ahora, el sol quema sobre la tierra plana y sin sombras. Sin aire acondicionado, el calor en el coche es insoportable. La agricultura industrial se practica aquí desde hace tres décadas. Eso significa el uso masivo de semillas genéticamente modificadas, insecticidas, fungicidas, herbicidas. Todo junto se entrega en un paquete tecnológico de empresas como Bayer-Monsanto, Novartis y Pioneer. El paquete fue diseñado en laboratorios para minimizar los riesgos naturales como las variaciones climáticas y todo tipo de plagas. Así es como Borges y los hombres y mujeres de la caravana de autos han estado cultivando su suelo durante años y décadas. Así fue como Brasil se convirtió en uno de los grandes exportadores mundiales de alimentos. Continúa leyendo Syntropy, un camino fuera del desierto verde