En los debates de internet y en las grandes escuelas del mundo ronda un nombre común para explicar conceptos básicos: Adam Smith. Vale preguntarnos de todas maneras: ¿Quién es este señor? Pues bien, Adam Smith (1723-1790) fue un economista y filósofo escocés, considerado el padre del liberalismo económico y uno de los fundadores de la economía clásica. Su obra más conocida, «La riqueza de las naciones» (1776), es considerada como una de las primeras obras de economía moderna.
La influencia de Adam Smith en la economía moderna ha sido significativa. Sus ideas y teorías han sido fundamentales en el desarrollo de la economía clásica y han sido influyentes en las corrientes económicas posteriores, como el neoclasicismo y el liberalismo económico.
En «La riqueza de las naciones», Smith argumenta que el comercio es beneficioso para todas las partes involucradas y que el libre mercado es la mejor forma de organizar la economía. Smith también sostiene que el interés individual puede conducir al bienestar colectivo, ya que los individuos buscan maximizar sus propios beneficios, lo que impulsa el crecimiento económico. Esta proposición teórica fue fundamental para el desarrollo de argumentos en defensa del libre comercio.
Otra de las contribuciones importantes de Smith es su teoría del mercado. Smith defiende que el mercado es la mejor forma de organizar la economía, ya que la oferta y la demanda regulan automáticamente los precios y la producción. Esta teoría ha sido fundamental en el desarrollo del liberalismo económico y ha sido influyente en la forma en que se entiende el papel del Estado en la economía.
Smith también introdujo la idea de la «mano invisible» del mercado, según la cual el mercado está regulado automáticamente por la oferta y la demanda, y que los individuos buscan maximizar su propio beneficio, lo que impulsa el crecimiento económico. Es a partir del desarrollo del concepto de la «mano invisible» que gran parte de los postulados pro-mercado se sostienen, aunque cierto es que este concepto no ha sido ajeno a las críticas.
Además de su contribución a la economía, Smith también dejó un importante legado en la filosofía moral. En su obra «Teoría de los sentimientos morales» (1759), Smith propone que la moralidad se basa en la empatía y la compasión, y que los individuos buscan la aprobación de los demás.
Para muchos, Adam Smith es una de las mentes más importantes del siglo XVIII. En un contexto donde las ciencias sociales no llegaban a un epítome de desarrollo -como lo podemos ir observando en la actualidad- Smith logró establecer postulados teóricos a partir de una sensible observación que se traducirían con el tiempo en grandes aportes a la ciencia económica.
Muchos consideran una contradicción que el egoísmo – entendido como buscar siempre la propia conveniencia – pudiera conducir al bien común. El supuesto de que si todos buscan su beneficio sin cometer fraude el resultado sería el beneficio de todos no convence, pero la constatación de que así sucede, que se llegaba a una mejoría generalizada, lo explicaba Smith con una doble condición humana de egoísmo y simpatía o con la existencia de una «mano invisible» que armonizaba las conductas.
Ahora se entiende que egoísmo es en realidad la ausencia del amor a uno mismo. Si se buscara la propia mejoría y la consecución de los sueños y talentos que es la expresión del amor a uno mismo sería inevitable la empatía y compasión a los demás que observó Smith pués el amor al prójimo es como el desborde del amor a uno mismo.
Viene aquí la reflexión que el problema que infructuosamente tratamos de resolver inventándonos una manera de actuar – liberalismo, socialismo, izquierdas, derechas, etc. – se enfrentaría con éxito con eso de «ama a tu prójimo como te amas a tí mismo» y esta otra de «conócete a ti mismo» que es donde comienza el amor propio.
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