Por: Gerardo Cailloma
Trujillo es una ciudad que va fluctuando en el millón de habitantes como residentes y con una población flotante (desde el Valle, Chao-Virú o las poblaciones cercanas de la serranía) que pueden exceder del millón cien mil. Una ciudad con un estrés cotidiano por su tráfico privado y público, sistemas al borde del colapso, servicios insuficientes y la corrupción que entorpece el funcionamiento de cualquier ciudad, sea de carácter pública o privada. Desde muchos puntos, nuestra ciudad muestra muchas carencias y complicaciones a nivel macro. A ello se suman, una serie de elementos cotidianos que incrementan el deterioro de la calidad de vida de cualquier ciudadano de esta urbe sea trujillano o no. O que podrían mejorar nuestra perspectiva de Trujillo. El sentido de vecindad.
La vecindad significa convivencia con un grupo de personas mayormente conocidas con las que comparten un espacio físico en concreto: una calle, un parque, un barrio, una urbanización. Una ciudad. Como cualquier convivencia, se exigen una serie de normas que permita defender los derechos en reciprocidad a los deberes que todos tenemos con los demás y consigo mismo. Es una reciprocidad que establece que mi persona y mi patrimonio se vean protegidos por coerción social y sentido común, así como un cuerpo legal inspirado en el respeto de la integridad personal. Pero es también un compromiso de cada uno de nosotros para poder sostener una relación armoniosa y atenuar conflictos que conlleva cualquier convivencia. Trata a los demás como quieres que los demás te traten. Reciprocidad pura.
En los últimos días hemos sido testigos de dos eventos que deben invitarnos a la reflexión en una ciudad que sentimos que cada día va perdiendo su sentido de urbanidad. Vemos permanentes trasgresiones en uso de espacios públicos, manejo de ruido, uso inadecuado de los espacios privados en contextos vecinales, poco respeto por el uso de paredes laterales (sin tarrajeo) deteriorando la calidad de vida del barrio, entre otras situaciones. Entre todos estos conflictos diarios, destaco la del uso de residuos y desechos, y el de mascotas en comunidad.
El uso de residuos y desechos tanto orgánicos e inorgánicos es una tarea que demanda un trabajo en conjunto con autoridades y la población. Lastimosamente aún no existe un plan correcto del manejo de los cientos de toneladas que generamos diariamente. De haberse hecho con anterioridad un plan integral de reciclaje y manejo de desechos orgánicos y plásticos de un solo uso, entre otros, ahora la ciudad tendría otro cariz y menos lamentaciones. Chiclayo quiso sacar adelante un proyecto que podría haber sido un modelo para el país, pero la corrupción del excongresista Héctor Becerril y su familia mandó al tacho una solución para una ciudad que tiene más problemas sobre este asunto que nosotros. Sin embargo, hay diferentes campañas que ayudan a atenuar este problema y que demanda una colaboración estrecha y permanente de cada ciudadano. Estuve hablando con César Arellano, principal responsable de Traperos de Emaús, con quien queremos sacar adelante un proyecto vecinal para ayudar a los vecinos tener un manejo consciente de residuos que podrían ser reciclados; cada vez es más frecuente ver en esquinas de calles u otros lugares ver muebles y colchones abandonados generando una situación desagradable al vecindario. Además, está también el reciclaje de aparatos y piezas electrónicos: baterías, pilas, controles remoto en desuso, entre otros. Piezas altamente contaminantes y peligrosas expuestas a la vista y paciencia de cualquier transeúnte. Las personas ven a las calles como un botadero normal. Lo vemos en todo estrato social: he visto camionetas lujosas desde las cuales lanzaban basura (papeles, envolturas, restos de comida) sin ningún reparo a las calles. Entonces, es necesario educar en el manejo de estos desechos así como el sentido de pertenencia a una ciudad que es el hogar de todos los residentes de esta urbe. Educación y Conciencia Ambiental, dos palabras claves para empezar a trabajar.
El segundo caso viene a colación del violento incidente que causó la muerte de un perro a balazos. La desmesurada medida es de criticar, sobre todo por el uso de armas de fuego, algo que muchas personas están alentando para su libre uso. Sin embargo, el escenario del incidente es mucho más complejo y reúne una serie de acciones que nos obliga a reflexionar. Cada vez más, está en boga tener una mascota: perros, gatos, tortugas, canarios, etc. Esta coyuntura ha generado una oleada de contextos nuevos no del todo correctamente controlados y que generan grandes molestias. Por un lado, el tráfico ilegal de especies y razas de animales ha provocado situaciones extremas como el secuestro de mascotas para la reproducción o peleas; y, por otro lado, el uso de espacios públicos como parques y jardines también ha generado una corriente de opinión no del todo abierta por no ser “políticamente correcta”. Es ya costumbre ver perros caminando con dueños hacia diversos parques de la ciudad para que los canes, sobre todo, depositen sus heces u orina sobre áreas verdes. Esta situación, de por sí desagradable, genera un peligro para los usuarios de estos espacios, sobre todo niños, quienes inconscientemente pueden verse afectados por estos restos. Además, está el hecho de que no todos educan a sus perros de poder “convivir” con los demás humanos. Muchas veces un bozal no es suficiente para poder controlar a animales que han crecido en contextos violentos accidentalmente; algunos dueños incluso los utilizan para amedrentar a transeúntes desprevenidos. Tener una mascota implica mucha responsabilidad del dueño. Orietta Brusa, una gran amiga ya desaparecida, se dedicaba a recoger perros y gatos abandonados generalmente por sus dueños. Recuerdo el caso en que Orietta recogió una hermosa gata que había sido lanzado por una mujer (su “dueña”), puesto que como había salido embarazada, la mujer, no encontró mejor solución que lanzar la gatita desde el segundo piso a la calle. La estupidez no es animal, es humana. Muchos de estos incidentes se podrían atenuar con campañas de esterilización, las que se hacen necesarias en nuestra ciudad. Urgente.
Los vecinos podemos contribuir a que nuestra ciudad sea un espacio mejor para sus habitantes o peor. Depende de qué lado estemos. Y las consecuencias serán para todos, sin excepción.