El último informe de previsiones económicas del Fondo Monetario Internacional (FMI) sorprendió con una revisión al alza de la economía rusa para este año. Si hasta la semana pasada se esperaba un crecimiento del PIB del 0,3%, ahora es del 0,7%. De esta forma, la economía rusa –con todas las sanciones europeas en marcha– tendría un comportamiento mejor que el de Alemania, Reino Unido y una buena parte de países de la Unión Europea. El informe del FMI ha recibido críticas feroces de economistas que conocen bien la situación de Rusia y consideran que el país realmente sufre una agonía que podría provocar su implosión. El propio fondo ha reconocido que los datos sobre la economía rusa son escasos y están muy seleccionados por el Kremlin, lo que complica en extremo su capacidad para hacer un diagnóstico certero.
El Kremlin ha suspendido la publicación de una buena parte de sus estadísticas económicas desde que comenzó la guerra. El listado es muy amplio: importaciones, exportaciones, entradas y salidas de capital, base monetaria del país, flujo de viajes aéreos, producción de petróleo y gas, inversión extranjera directa o la financiación internacional. Todas son cifras claves para conocer la realidad económica del país. Dos profesores de la Universidad de Yale, Jeffrey Sonnenfeld y Steven Tian, han publicado un artículo en Time donde advierten que la economía rusa está más cerca de la implosión que de las perspectivas económicas del FMI. Una de sus principales fuentes de información es la declaración de ventas que realizan los principales socios comerciales de Rusia; es decir, los países y empresas con los que había mayor relación comercial antes de la guerra. Lo que muestran esos datos es que las importaciones rusas, que suponían en torno al 20% del PIB, se han hundido en más de un 50%. Esto significa que toda la industria rusa y los consumidores han perdido acceso a una buena parte de los productos extranjeros que adquirían, en especial a componentes tecnológicos que difícilmente pueden reponerse con fabricación interna o compras a China.
Lo que es evidente, hasta la fecha, es que Rusia ha evitado la quiebra generalizada que adelantaban muchos economistas cuando comenzó la guerra. Sin embargo, en este tiempo se ha apoyado sobre factores coyunturales que ya no existen o están desapareciendo. El más importante es la subida del precio de los hidrocarburos durante 2022, que generó una entrada masiva de divisas extranjeras al país. Con esos recursos, el Kremlin financió la maquinaria de guerra. Sin embargo, el precio del petróleo ha caído más de un 30% desde el pico que marcó en febrero de 2022, y las nuevas sanciones europeas, que han entrado en vigor en los últimos meses, deberían reducir drásticamente la compra de hidrocarburos rusos. Los ingresos extraordinarios por el precio de los hidrocarburos le permitieron financiar un gasto sin precedentes en la industria militar, incluyendo los más de 120.000 civiles reclutados para hacer el servicio militar. Algunos economistas calculan que la inversión militar habría aportado entre un 5% y un 10% del PIB ruso en 2022. Para mantener esta maquinaria activa, Moscú necesita los ingresos extras de la venta de hidrocarburos, pero las previsiones para su balanza por cuenta corriente apuntan una vuelta a los precios previos a la guerra a partir de este año.
El tercero de los factores que ha evitado un hundimiento de su economía ha sido la acumulación de stocks de productos extranjeros con los que contaba Moscú con anterioridad a la invasión. Sin embargo, estos inventarios se redujeron rápidamente y muchas existencias ya se han acabado. Todos estos elementos indican que la economía rusa estaría terminando su periodo de “tregua” y que podrían desencadenarse complicaciones de aquí a final de año. Analistas como Oleg Itskhoki, de la Universidad de California, o Mikhail Mamonov, del Centre for Economic Policy Research (CEPR), sostienen que la combinación de reducción de los ingresos extranjeros, la caída del rublo y el cierre de la financiación extranjera podrían elevar rápidamente el déficit del Estado, extendiendo así al sector público la crisis que ya viven hogares y empresas. Este déficit público puede ayudar a sostener el PIB en el corto plazo, pero si no vuelven los ingresos extraordinarios de los hidrocarburos –escenario hoy inverosímil–, la economía de Rusia está condenada a un largo camino de sufrimiento. Las consecuencias de las sanciones se notarán lentamente, pero ya están horadando los pilares de su economía y probablemente terminarán cediendo.
Fuente: Informe Semanal de Política Exterior