Por: Fernando de la Flor Arbulú
Sorpresa es un suceso inesperado. Eso es lo que viene ocurriendo en el Perú y Chile. Empecemos por nuestro país. Pocos días antes de que Dina Boluarte juramentara como nueva presidenta de la República, el Congreso estuvo a punto de destituirla de su cargo por infracción constitucional. Sin embargo, sorprendentemente, no lo hizo. Luego, Pedro Castillo, confirmando su clamorosa incompetencia, declaró su intención de convertir al Perú en una dictadura para ser él un dictador. Sabemos lo que ocurrió después: Castillo terminó con su desquiciada aventura, fue detenido y actualmente está en la cárcel.
Chile era, desde iniciado el presente siglo, el país de mayor desarrollo económico y social en la región. Estaba en vísperas de ser considerado del primer mundo: sus cifras de reducción de la pobreza e incremento de la clase media no dejaban dudas. De repente, sucedió la gran sorpresa: en octubre del año 2019 se produjo el célebre estallido social. Una inmensa mayoría ciudadana salió a las calles a protestar y a exigir cambios profundos. Acabar con la desigualdad fue la consigna principal. Adviértase que en Chile el 1% más rico posee alrededor del 50% de la riqueza total del país.
Los chilenos entonces encontraron que una Asamblea Constituyente podría ser la vía para resolver el entrampamiento en el que estaban: aproximadamente el 80% del país respaldó la iniciativa. La izquierda se impuso abrumadoramente en dicha elección constituyente, hecho que repetiría meses después, al celebrarse las elecciones presidenciales, con el triunfo del joven izquierdista, Gabriel Boric, de apenas 37 años, a quien se eligió presidente de la República. Inmediatamente vendría la otra gran sorpresa: la Constitución que preparara la izquierda fue categóricamente desaprobada por el pueblo chileno: el 62% la rechazó.
Para cerrar el círculo de lo inesperado, es necesario referirse a lo que acaba de ocurrir en Chile. Como el primer proceso para aprobar una nueva Constitución terminó con un contundente rechazo ciudadano, se ha elegido una nueva Asamblea Constituyente, que ha sido ganada, con amplia mayoría, por la derecha, la más radical, aquella que compitió y perdió ante Gabriel Boric y que, además, es partidaria de no cambiar la Carta Magna que viene de la época de la dictadura del general Pinochet. En apenas tres años, Chile lo único que ha tenido son sorpresas.
El Perú, por cierto, no se queda atrás. Dina Boluarte fue elegida en la fórmula del partido Perú Libre, la expresión de la izquierda más radical y, el mismo tiempo, más anacrónica del país, y formó parte del desastroso gobierno de Pedro Castillo desde su inicio. Sin embargo –oh, sorpresa- viene siendo sostenida, no por quienes la postularon en el cargo de Vice Presidenta, que ahora exigen que renuncie al poder por traidora y asesina, sino por aquellos que querían destituirla de su cargo.
La historia enseña que los cambios se presentan con el devenir del tiempo, van labrándose de a pocos, precisamente para no constituirse en hechos asombrosos. Perú y Chile están demostrando lo contrario.
Fuente: Caretas