Cuando el Presidente Luiz Inácio Lula da Silva se reunió con su homólogo Xi Jinping en Pekín el 14 de abril, muchos brasileños creían en la reactivación de la economía local gracias a China. “Quiero que los chinos se den cuenta de que sus inversiones aquí serán maravillosamente bienvenidas. Pero no para comprar nuestras empresas. Más bien para construir las cosas nuevas que necesitamos”, había dicho Lula antes de partir hacia Pekín. Pero unos meses después de aquella reunión y de los acuerdos firmados, según él por valor de 50.000 millones de reales, poco más de 10.000 millones de dólares cuyos detalles aún no han sido revelados, los brasileños han tenido que darse de bruces con la realidad, empezando a experimentar de primera mano la dinámica depredadora de la economía china. Una economía de un régimen dictatorial que sigue las órdenes del partido, que desde hace años apoya y estimula a las empresas chinas – todas estatales o vinculadas al partido – a invertir en el extranjero para ganar nuevos mercados, recursos naturales y conocimientos tecnológicos, la “Go Out policy” del gobierno de Pekín. Continúa leyendo Imperialismo chino en Brasil. Inversiones corroen el mercado local y crean competencia desleal