K-pop: Música con innovación y explotación para tus oídos

El pop, ese género que nos ha regalado a grandes exponentes como Michael Jackson, Madonna o… ¿BTS? Y es que el K-Pop, como se le llama a toda la música pop producida por artistas surcoreanos, parece ser un fenómeno de masas que no quiere pasar desapercibido. Las grandes bandas coreanas de pop, como BTS o Blackpink, hacen giras por todo el mundo y brindan espectáculos en los principales estadios de América y Europa. ¿Cómo llegaron a hacerse con una legión de fans tan grandes?

Pensemos, por ejemplo, en los aspectos visuales y auditivos que encierran a las producciones surcoreanas. Queda claro que, ante una música americana que apuesta cada vez menos por la innovación y por los sonidos llamativos, el K-pop tiene elementos para ganar llamando la atención de propios y extraños en la audiencia. Basta escuchar algunas canciones de estos grupos para entender como la apropiación de armonías y sonidos que rayan con el funk forman un sonido muy original.

Como si fuera poco, los artistas de K-pop -denominados idols– suelen auxiliarse con coreografías sumamente coordinadas y pasos de baile bien realizados. Este elemento esta cada vez más despreciado por los artistas de otras partes del globo, quienes prefieren solo centrarse en el canto por encima de la danza.

Pero, ¿son solo los elementos audiovisuales, producto de las mega-producciones coreanas, aquellos que suman al triunfo del K-pop en el mundo? Cierto es que ni por asomo podríamos decir eso. Si habría que fijarse en un elemento bajo un análisis real del triunfo de este género en el mundo, sería en la fuerte explotación que sufren los idols para llegar a posicionarse dentro de la industria musical.

Sí, desgraciadamente este sector mantiene normalizada una explotación laboral altamente pronunciada para con sus artistas. Se ha llegado a denunciar por parte de medios occidentales que, empresas relacionadas al K-pop como YG Entertainment y JYP Entertainment siguen prácticas infrahumanas para mantener la perfección de sus interpretes a raya. Desde entrenamientos físicos sumamente agotadores hasta abusos en su contra. Todo esto pasan aquellos que quieren llegar a la cima del género.

Y es que el modelo para llegar a ser idol sigue un proceso de adiestramiento sumamente perjudicial para la salud física y mental de quienes se someten a este. Jay Park, rapero surcoreano, hablo un poco de esto y confesó que, durante su época como trainee -es decir, antes de entrar a la industria bajo el cuidado de alguna de estas empresas- se le castigaba ante algún movimiento incorrecto.

Esta declaración no es aislada. Muchos ex-trainees han manifestado que sus empresas los explotaban de formas diversas. Uno de ellos, desde el anonimato, confesó que la empresa SM Entertainment llego a ser bastante duro con él: «Echaba de menos ir a la escuela, comer y pasar rato con mis amigos, así que lloré mucho. Si dices que quieres hacer otras cosas que ellos no te dicen que hagas, te dicen que si quieres hacer esto, puedes irte y no volver. Solía pensar que convertirme en cantante era mi único camino y que me moriría si no podía ser un idol, pero ahora que lo he dejado, me siento mejor. Ha pasado ya un tiempo, pero todavía no puedo olvidar aquellos días.». Relatos como estos abundan en internet y prueban lo que parece ser una cultura de la explotación sumamente normalizada para los coreanos.

De todos modos, el K-pop no pretende perder su reciente fama en el globo, la cual ha servido incluso para posicionar al país de Corea del Sur en el mapa cultural mundial. ¿Será esta practica todavía recurrente en los espacios de iniciación de este género? Lo descubriremos con el tiempo.

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